En los diferentes entes territoriales de Colombia han empezado los procesos de empalme entre los equipos de trabajo de los gobernantes elegidos el pasado 25 de octubre y las administraciones salientes. Se identifican dos tipos de escenarios en estos: el primero, cuando el empalme se da entre grupos políticos y electores amigos, es decir, cuando quienes llegan como nuevos gobernantes contaron con el respaldo o el «guiño de ojo» de quienes estarán fungiendo como gobernantes hasta el último día del presente 2015, y el segundo, cuando quienes llegarán a tomar posesión el primer día de enero delo 2016 como administradores territoriales resultaron elegidos siendo contradictores precisamente de los actuales gobernantes.
Ante estos dos escenarios, se viven igualmente dos circunstancias completamente distintas: (1) cuando quienes llegan son amigos, copartidarios y resultaron elegidos con el apoyo y afecto de las actuales administraciones, los gobernantes salientes se sienten y están aparentemente «tranquilos» porque asumen que los errores y las eventuales faltas de estos cuatro años no se evidenciarán ni serán dados a conocer de manera pública por quienes asumen el primer día del 2016 («guardar el mugre debajo de la alfombra«), y (2) cuando quienes llegan no eran los candidatos de las actuales administraciones, entonces los salientes gobernantes sí se preocupan y desde ya han iniciado la gestión para buscar los «enlaces» con los elegidos y tratar de «suavizar» las faltas y darle «manejo» a los errores («entre bomberos del mismo cuerpo no nos debemos pisar las mangueras«).
Ya en el desarrollo mismo de los empalmes se dan otros procesos. Sobre los conformante de los equipos de empalme de los que resultaron elegidos, se logran identificar por lo menos 3 tipos de personajes: (1) los «campañeros«, (quienes desde sus trincheras con plata y sudor apoyaron y acompañaron decididamente las campañas ganadoras el pasado 25 de octubre), (2) los “técnicos” (aquellos que no tuvieron participación activa en el debate y no tienen «peso» electoral, pero son reconocidos por su experticio temático específico por sectores y en la administración tanto pública como privada y casi siempre ofician de tecnócratas en la administración pública, independiente de su filiación política o incluso si no la tienen, y la de los mandatarios elegidos), y (3) los «paracaídas» (los que nadie sabe por qué tienen presencia en el equipo de empalme del gobernante elegido pero nadie pregunta nada al respecto porque se corre el rumor que «son cuotas directas» del elegido).
Además de los “campañeros”, los “técnicos” y los “paracaídas”, hay un cuarto tipo que emerge y son los que intentan (y a veces lo logran) hacer parte de este grupo de empalme, y son los que hacían parte de la campaña perdedora y ahora, en un auténtico proceso de «sabaleo político» y «salticangurismo«, reivindican el triunfo del candidato ganador como propio, argumentan públicamente que siempre se identificaron ideológicamente con el mandatario elegido y niegan a toda costa su evidente pasado electoral reciente.
Con respecto a las motivaciones de quienes conforman los equipos de empalme, hay de todo como en botica: definitivamente los «campañeros» asumen que con el apoyo financiero y electoral que le dieron al nuevo gobernante («es que mis votos fueron los que sacaron ganador al nuevo mandatario”, “mi colaboración financiera fue la que resultó vital para elegir al nuevo gobernante”); sienten además que tienen más que ganado el derecho para conformar parte de la nueva burocracia que rodeará al candidato triunfante y constituirse así en miembros del equipo del nuevo gobierno, sin descartar agregar a esos “derechos adquiridos”, imponer a alguien sugerido por ellos para el nuevo gabinete de gobierno, y además, por qué no también, participar de la próxima contratocracia territorial que inicia el 2016.
Los “técnicos” normalmente son personas que están con trabajos definidos, la mayoría de las veces con el sector privado, y no «empujan» al mandatario elegido para que los nombre en los cargos que deben ocuparse desde el próximo mes de enero. Ellos esperan pacientemente que su trabajo de empalme concluya y dejan que la iniciativa para nominarles a un cargo público, proceda del mismo nuevo mandatario. Y después de una eventual propuesta, la analizan, miden la conveniencia y sopesan la decisión final al respecto, que podría significarles dejar la tranquilidad de lo privado por lo contingente y cambiante (y a veces impredecible e inexplicable para los técnicos) de la vida en el sector público. Los “técnicos” resultan designados en su mayoría como asesores externos de las nuevas administraciones territoriales, participando de lo público sin sacrificar las seguridades y comodidades de lo privado.
Los «paracaídas» manejan un perfil bajo en este proceso, se valen de lo que los demás consideran es su supuesta «directa y extrema cercanía de muchos años» con el nuevo gobernante y son muy hábiles en hacer correr los rumores sobre lo fijo y seguro que serán ellos como integrantes en el nuevo gabinete a designarse o en el resto de la burocracia territorial lista a ocuparse.
Aquí es interesante el papel de los que se «sabalearon» y lograron estar en la comisión de empalme o por lo menos estar cerca de este proceso, pues esperan pacientemente hasta las últimas dos semanas de diciembre cuando empiezan a hacerse visibles a todos, pero obviamente de manera especial ante el gobernante elegido, con el propósito de ser incluidos en el abanico de opciones para conformar el equipo de gobierno entrante, tratando de preservar los espacios burocráticos -si los tenían- o para procurar los espacios contractuales que pudiesen haber tenido en las actuales administraciones salientes y perdedoras en el pasado debate del mes anterior.
Claro que en este proceso de empalme, también saltan a la escena los llamados «funcionarios tornillo«, que son aquellos que haciendo parte de la actual administración y habiéndole generado apoyo político y electoral a la campaña ganadora, desean permanecer «atornillados» en sus actuales cargos y durante las reuniones de empalme dan por descontado que seguirán ocupando los mismos escritorios, y que lo más probable que ocurra es que además de quedarse en la administración, serán reubicados en cargos de mejor remuneración, de mayor cercanía con el gobernante elegido y que gozarán de su directa confianza, por lo que seguirán disfrutando de los cargos de manejo y confianza de la nueva administración.
En resumen, los nuevos gobernantes deben hacer gala de un especial movimiento de «zig zag» para no estrellarse con «campañeros«, evitar que les caiga encima un «paracaída«, identificar los practicantes del «sabaleo» de último momento y darle un adecuado manejo a los «funcionarios tornillo«. En enero empiezan los nuevos gobiernos territoriales y hay que esperar a ver qué pasa. Lo que sí deben tener en cuenta estos nuevos gobernantes es que quienes lleguen a conformar su equipo de trabajo no pueden llegar a aprender sino que deben llegar a ejecutar. En la administración pública las curvas de aprendizaje resultan extremadamente costosas, y a veces, los daños que estas curvas producen, son irreparables.
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@ulahybelpez
[1] Médico Cirujano, Especialista en Gerencia de Servicios de Salud y Especialista en Seguridad Social Latinoamericana. Ha sido Consejero Nacional, Departamental (Atlántico) y Distrital (Barranquilla) de Seguridad Social en Salud, miembro de juntas directivas de IPS privadas y empresas sociales del estado, Asesor en Salud del Despacho del Contralor General de la República. Actualmente docente universitario, columnista en medios impresos y virtuales, consultor y asesor en servicios de salud.