Se trata de un desventurado y trascendental  proceso contra un Contralor General de la República de Colombia. Desde luego, esa alta investidura no otorga inmunidad, menos impunidad. Pero, sí goza de “Fuero”.  Se debe respetar y garantizar jurídica y judicialmente ese beneficio procesal, cuando se refiera a los actos y actuaciones que cumpla durante su cargo,  con la investidura de Contralor General,  así renuncie al mismo. En el proceso se desconoció el “Fuero”.

El implicado es una persona de valor excepcional de la realidad política nacional. Han transcurrido 16 años desde que sacrificaron la vida superactiva, lúcida, promisoria de David Turbay Turbay.  Arrojado con las fuerzas diabólicas a las tinieblas de los odios viscerales, DAVID resolvió encarar su causa y jugarse entero para exigir que se le juzgara dentro de los parámetros civilizados de una administración de justicia recta, justa, jurídica, humana, que fuese servida y definida. Confía en que se honre la verdad, sujetándose a la certeza probatoria, imprimiéndole coherencia a la legalidad procedimental.

Turbay Turbay, con sus derechos cercenados, resolvió comprometer su calificada inteligencia, absteniéndose de una confrontación publicitada, a proceder  en derecho, presentando sus alegatos de fondo, en escritos ordenados, inteligentes, didácticos que ha logrado con su reconocida pertinencia, pero, sin tránsito desprevenido.

En su peregrinaje litigioso ha encontrado silencios sepulcrales, miedos insuperables, temores irracionales, posiciones mezquinas, expresiones inocuas, actuaciones falsas, débiles, extrañas, incomprensibles. Y al cuello atada una condena por un presunto ilícito no tipificado,  no probado.

 Aún quedan recursos de ley para  que David Turbay Turbay recupere sus derechos y sus condiciones ciudadanos, que se le restablezcan ante la sociedad que cuenta con homólogos sacrificados por procedimientos similares.  Ojalá, que se analice a fondo, en derecho, todo el material que contienen los expedientes, que se trabaje, sin pasiones vindicativas, sin rasgos hostiles, sin enanismo, respetando el tiempo, modo y circunstancias de los hechos, se incorpore el alcance y aplicabilidad de las normas sustantivas y de los procedimientos. Que se continúe la acción con gran coraje, con altivez y cordura,  movilizando todo el  arsenal de los conocimientos jurídicos.

Turbay Turbay ha luchado en derecho, contra incomprensiones inamovibles, sin desfallecer aunque con momentos de angustia,  con exquisitez profesional, con ejemplar control de sus cargas emotivas, soportando él una oprobiosa cruz adornada de fallas procedimentales, incompetencias, ausencia de pruebas, denegación de pruebas, falta de justicia, violación de derechos fundamentales, constitucionales, legales, abusos de funciones, extralimitación de funciones, en resumen, de manifiesta antijuridicidad y actos injustos, según sus propias expresiones escritas y orales.

Tortuoso viacrucis ha recorrido el doctor Turbay Turbay, buscando con respetuoso empeño, unas respuestas en derecho, justas, jurídicas, garantistas, constitucionales, humanas que le permitan recuperar su vida normal, restablecer su vida con dignidad, regresar a sus quehaceres profesionales integrales, ostentar los valores que le destruyeron, reedificar  su presente y reforzar su futuro.

David Turbay Turbay es un valor intelectual, social, político a quien se le deben devolver sus derechos. Un recurso atendido y despachado con ánimo sereno, con espíritu de respeto y magnanimidad, sin vicios, ni venganzas, todo podrá conducir al imperio de los legítimos derechos restituidos.

Es una persona meritoria, que ha cumplido con creces, con humildad y decoro la dureza de unas onerosas decisiones judiciales. Cuenta con patrimonio moral, sin excesos económicos, lleva una vida laboriosa,  amistosa, de buen gusto, austera; actúa  con mente clara, discurso elocuente, visión correcta, misión generosa, expresa actitudes honorables, costumbres honestas. David es un guerrero de la democracia, muy representativo del país, proclive al diálogo y hábil componedor de acuerdos, hombre de paz, amante de sus gentes caribeñas.

El caso judicial de este personaje, no debe morir de olvido, es un caso de trascendencia que debe conocerse por sus actores y la gravedad de los señalamientos del agraviado.

Es de tal tamaño e importancia lo relativo a la justicia, a la jurídico, a las consecuencias del punible que muy cercano tenemos el ejemplo en las conversaciones de La Habana. Lo que está demandando más tiempo son los puntos relacionados con la justicia transicional, los aspectos jurídicos y judiciales de aplicabilidad a los actores del conflicto político-militar colombiano.

Se confía en que para David Turbay Turbay  y otros conciudadanos, todavía haya derechos, principios, normas y arrestos conceptuales de un magisterio estricto, pero, desapasionado y erguido. En estricto derecho, ni el Estado, ni la sociedad deben ser tan indolentes, ni tan injustos, no pueden abandonar y olvidar la reivindicación e indemnización del honor, del buen nombre, del respeto a la dignidad, el restablecimiento de la plenitud de los derechos de muchos procesados y condenados injustamente, antijurídicamente, arbitrariamente.

Se puede confiar e intentar instancias legales para recurrir en búsqueda de la Revisión que tome el acervo probatorio, sin prejuicio, que estudie en su integralidad las consideraciones legales del procesado e imparta un fallo ajustado a ley, a la Constitución, a la justicia democrática.

INJUSTICIA, ANTIJURIDICIDAD, TIRANIA

José Gregorio Hernandez  Galindo, Magistrado de la Corte Constitucional, Jurista, docente, académico, Rector Universitario, candidato a la Vicepresidencia de la República con Horacio Serpa Uribe como candidato Presidencial.

Este calificado hombre del derecho que estudió el proceso penal de David Turbay Turbay no resistió una contundente estimación jurídica y expresa, en septiembre 4 de 2003:

“Consideramos que difícilmente en otro proceso penal se encontrarán tantas afectaciones a las garantías fundamentales, como las que registra, sin equívocos, el plenario de que nos ocupamos, con sus Sentencias. Los problemas de petición de principio, son la constante. Los actos tiránicos son de ocurrencia reiterada. El Juicio, por falta de jurisdicción, por carencia de competencia territorial, no debió realizarse en Bogotá sino en Cali, ciudad en la cual se creó y emitió el cartular 3214525.  La investigación no fue integral, cuando pruebas absolutamente conducentes no se decretaron, o decretadas éstas no se practicaron por causas ajenas al procesado. Vulnerando los derechos del procesado y su fuero constitucional como Contralor General de la República en ejercicio, se le investigó clandestinamente, por funcionarios carentes de competencia funcional. El testimonio de Pallomari a más de ser recibido por una Fiscal en ausencia de competencia territorial, afectó garantías, vulneró la misma Convención de Viena y sacrificó el debido, imparcial e independiente proceso criminal. 

La sumatoria de lo dicho, se encuentra en la siguiente afirmación: Lo visto y estudiado demuestra que el proceso de DAVID TURBAY, es un monumento representativo de lo que los funcionarios judiciales no deben hacer, pues las leyes deben respetarse”. 

Qué síntesis crítica tan vehemente, con autoridad punzante y preocupante frente a la realidad. No obstante, la gravedad suprema radica en que el caso parece obedecer en sus arbitrariedades personales y corporativas a una autoría intelectual, con capacidad física y logística real, que conduce los hilos con eficacia y sin pudor; un oculto poder omnímodo pareciera presidir y ordenar la concurrencia de los desatinos reseñados por el magistrado José Gregorio Hernández.

El poder público, en especial, el poder judicial, demanda ponderación, sanidad y lucidez mental, serenidad y ausencia de odios y prejuicios, rigor en el cumplimiento estricto de las competencias, respeto a los derechos consagrados en la Constitución Política y en las leyes.

En síntesis, sin tratar de recurrir a novedosas amnistías judiciales, existe la obligación constitucional y de derechos humanos, de garantizar que haya una instancia competente a la cual se pueda recurrir para que se estudie sin animosidad y se confíe en poder restablecer la plenitud de derechos y, simultáneamente, se corrijan los excesos y abusos, o desviaciones de poder de los servidores públicos, en este sonado caso.

En los medios judiciales colombianos, hay casos que espantan, realidades procesales históricas que avergüenzan, actos procedimentales decepcionantes, acciones y omisiones humanas, fallos que generan  pérdida de la Fe, la Confianza y la Esperanza en la Administración de Justicia y en muchos de sus Servidores.

Hay prolongada y preocupante crisis en la administración de Justicia y un protestado gobierno de los jueces; hay abusos del derecho, se padece de incoherencia jurisprudencial y desencuentros doctrinales. Tantos errores, tantas fallas, tantos desconocimientos, tantos atropellos judiciales parecen creaciones novelescas; las críticas suenan atrevidas, las diferencias caprichosas manifestaciones de malos perdedores.

En el caso de David Turbay Turbay,  los alegatos de la defensa dejan un sabor amargo, por la existencia de un proceso plagado de hechos judiciales antijurídicos, injustos, que sacrificaron un valor humano excepcional, ligado a la historia; que han golpeado el alma de una familia digna, distinguida, eminente; que destruyeron un baluarte regional y salpicaron la armonía matrimonial; que azotaron los afectos filiales de  adolescentes; que privaron, en especial, a la región costeña y a Colombia de una opción democrática presidencial. No hay duda que este líder político mostraba, con suficiencia, las condiciones y aptitudes necesarias y requeridas para regir con eficiencia y dignidad la Presidencia de la República.

David reitera que su proceso está colmado de antijuridicidad, de actos, acciones y omisiones ilegales, significativamente, antiprocedimentales. Son actuaciones lesivas, injustas y antijurídicas de notoria gravedad, causantes de daños irreparables.  Reclama que abundan hechos y actos judiciales, acciones u omisiones de funcionarios incompetentes, deliberadamente contra legem que avergüenzan o molestan hasta el más curtido y paciente de los analistas.

CANDIDATO  PRECOZ,  VICTORIA  GARANTIZADA.

DAVID TURBAY TURBAY nació en Carmen de Bolívar, corazón musical del Porro de Lucho Bermúdez. Vive orgulloso de su ascendencia libanesa.  En Cartagena y Bogotá  trascurrió gran parte de la alegre y cómoda niñez de este excepcional valor humano;  vivió como estudiante de provincia, fiestero, con liderazgo juvenil.

Meritoria la disciplina personal y grupal de David Turbay, costeño genuino, premiado compositor de música y canciones, bolerista, bohemio de acompañamiento, sin alicoramiento, porque jamás ha tomado bebidas alcohólicas, ni ha fumado.

DAVID En su adolescencia, en su tránsito estudiantil, coronó su bachillerato en el Instituto La Salle en Bogotá a los 15 años y terminó Derecho, como calificado Colegial de la Universidad del Rosario a los 20. Parlamentario a los 24. Gobernador de Bolívar, Representante, Concejal, Senador, Embajador y Candidato Presidencial, en la corta vida que le permitieron vivir.

David recorrió los pasillos de la Casa de Nariño, hoy la Cancillería, entonces Palacio Presidencial, como un simpático “Monito”, estudiante rollizo, conversador con timbre agudo, tono alto de voz,  de dicción perfecta, de gran capacidad de síntesis, nivel de inteligencia superior, de andar siempre presuroso, bullanguero, elegante y moderno en su vestuario, “bien presentado”, muy bien informado de sus quehaceres y temas de interés.

Con edades similares, se hizo compañero inseparable de otro “Monito”, alegre, de sonrisa y carcajada fáciles, de cabellos largos, hijo del  Presidente de la República Misael Pastrana Borrero. Uno de sus aliados de intimidades y revuelos sociales y estudiantiles, asiduo visitante de Cartagena,  fue Andrés Pastrana Arango, Ex Presidente de la República, pariente de David Turbay Turbay por su apellido materno “Arango” de Magangué.

TEMPERATURAS DE HORNOS INDUSTRIALES

El país, hace unos años, viene soportando unas temperaturas de hornos industriales en el ambiente de la Justicia, de su administración, de la organización judicial, de los procedimientos judiciales, del manejo probatorio, de la ineficacia de las normas que contemplan los principios rectores de los derechos esenciales y fundamentales de los individuos.  Y, ahora, la guerrilla exige nueva normatividad. Se avanza.

En Colombia, se viven oleadas de confrontación y de irresponsabilidad jurídica. Hay víctimas y victimarios judiciales y de los organismos de Control, de las ÍAS; hay dificultad de introducir reformas de ese complejo institucional. Existen casos de notoria arbitrariedad.

Hay que llegar al Estado donde los funcionarios judiciales, en todas las categorías, eviten y sancionen las violaciones de las garantías del debido proceso, que rehuyan a quienes burlan el derecho a la defensa, que rechacen a quienes pretendan suplantar los procedimientos legales para que no haya un aquelarre formalista; que se eliminen los quebrantos e irrespetos;  que desaparezcan los funcionarios que deshonran el ejercicio del Poder.