La mortalidad materna es un indicador considerado globalmente como un marcador indiscutible de desarrollo, pues refleja la importancia que los países dan a la vida y a la salud, particularmente de las gestantes y los recién nacidos. Así las cosas, un país que muestra una alta mortalidad materna, es un país que no está logrando generar desarrollo integral, y antes por el contrario evidencia un distanciamiento con respecto al logro de las metas que las naciones de todo el mundo han concebido como uno de los objetivos de desarrollo del milenio (ODM).
Con respecto a Colombia la situación con la mortalidad materna se puede resumir diciendo que aunque se ha logrado su descenso en forma progresiva en las últimas décadas, este fenómeno sigue cobrando, cada año, la vida de cientos de mujeres por causas asociadas al embarazo, el parto y el posparto.
Para este indicador,ESte uno de los ocho ODM, se fijó la meta universal de reducir la tasa de mortalidad materna en tres cuartas partes, entre 1990 y el 2015, mientras que Colombia se trazó el propósito de bajarla a la mitad. Por eso, en países como Canadá se estima que al finalizar el 2015 las muertes maternas por cada 100 mil nacidos vivos no serán más de 4, mientras que las metas pretendidas por algunos países cercanos como por ejemplo Chile son las de alcanzar al cierre de este año, 17 muertes por cada 100 nacidos vivos; Colombia fijó esta meta en 48.8 muertes por cada 100 mil nacidos vivos, recordando que este indicador en el año 2013, de acuerdo con el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), fue de 54,62 muertes por cada 100.000 nacidos vivos.
Llama la atención que en ese año 2013, de acuerdo con el Análisis de la Situación de Salud en las Regiones hecho por el Ministerio de Salud, dos departamentos que cada año vienen registrando cifras aberrantes de muertes evitables de niños por falta de acceso a servicios de salud o por desnutrición severa, como son Chocó y La Guajira, también evidenciaban altísimas tasas de mortalidad materna. Para ese año en Chocó murieron 357 mujeres por cada 100 mil nacidos vivos, lo que representa casi siete veces el promedio nacional. En La Guajira, ese mismo indicador mostró que hubo 167 mujeres muertas por cada 100.000 nacidos vivos, que es una y media veces más alta que la tasa nacional, con un agravante, y es que en dicho departamento la tasa en lugar de disminuir, muestra un aumento progresivo desde el 2008.
En el 2015 en Colombia, finalizando mayo ya las muertes maternas sumaban 121, cifra que aumentó al cierre de julio a 242 y al finalizar el mes de septiembre, ya se habían producido y documentado 323 muertes maternas, lo que indica que en este país en los primeros 9 meses de este año, ocurrieron casi 9 muertes maternas por semana. La mayoría de estos fallecimientos corresponden a muertes que ocurren durante el embarazo, parto y hasta los 42 días de terminada la gestación; un menor porcentaje a muertes que ocurren desde el día 43 hasta el año posterior a la terminación del embarazo y el resto a muertes por Lesiones de Causa Externa (LCE). Lo más triste es que tal y como lo advierte la OMS, la mayoría de estas muertes son evitables dado el conocimiento científico y la tecnología biomédica existentes.
Las 9 muertes maternas que ocurren semanalmente en Colombia, hacen parte de las 5600 mujeres que fallecen cada semana en el mundo por causas prevenible relacionadas con el embarazo y el parto (se estima que ocurren 800 muertes maternas diarias en el mundo). Por eso, para disminuir esa lamentable realidad de nuestras madres en nuestro país, resulta inaplazable e innegable que cuanto antes se deben instrumentar políticas en salud pública que incluyen reforzar los controles prenatales obligatorios para todas las gestantes y mejorar el acceso y la calidad, de tal modo que todas ellas asistan regularmente y con seguridad; generar y proveer redes de servicios materno-infantiles para atención integral inmediata de todas las gestantes; evitar las demoras que complican la salud de las maternas como son las de detectar signos de alarma, buscar ayuda y proporcionar atención; así como también identificar todos los factores de riesgo que puedan desencadenar una muerte materna para seleccionar las pacientes de alto riesgo y hacerles seguimiento y vigilancia especial durante el embarazo.
Lo más triste es que la muerte de una gran mayoría de estas maternas corresponden a mujeres que si bien están en situación de pobreza extrema, están afiliadas al sistema de seguridad social en salud y en teoría deberían por ello estar protegidas bajo un esquema de aseguramiento efectivo en salud así como también sus niños, pero que en la práctica no están teniendo acceso oportuno a los servicios de salud que requieren desde el mismo control prenatal hasta la atención del parto y su postparto.
Una sociedad que no protege la salud y la vida de las madres ni de sus niños, es una sociedad que no logra desarrollo integral, y como se enunció al principio de este escrito, la mortalidad materna, al ser un marcador indiscutible de desarrollo, refleja la importancia que los países dan a la vida y a la salud, particularmente de las gestantes y los recién nacidos. Si Colombia desea desarrollo integral, debe lograr la protección efectiva de las maternas y de sus niños; además, tanto madres como infantes tienen el derecho a ser protegidos y garantizárseles el acceso oportuno a los servicios de salud que requieren.