Por Carlos Villota Santacruz

Internacionalista, Comunicador Social y Periodista, experto en marketing político y marketing de ciudad

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Cuando se acerca el día “D” propuesta por el Gobierno del presidente Juan Manuel Santos y la guerrilla de las Farc del 26 de septiembre de 2016, con el día en se sellará el Acuerdo Final de un proceso de país de más de 3 años de negociaciones en La Habana, en Cuba, bajo un antecedente histórico de 65 años de violencia, invita a mirar  el impacto en la población civil, de una guerra que aún no termina., bajo el lente del fotógrafo estadounidense Stephen Ferry.

Como en ningún otro país en el mundo, Colombia ha sido protagonista –actico y pasivo- del desplazamiento interno de más de 7 millones de personas (niños, hombres y mujeres), que a la luz del trabajo profesional de Ferry, no solo queda al descubierto, sino que abre un  gran interrogante: “¿está la tierra del Nobel Gabriel García Márquez preparado para lo que se ha dado por llamar posconflicto?. ¿Es lo mismo construir la paz en Bogotá, en Cali, en Pasto, en Ibagué, en Leticia, en Maicao o Medellín?

La respuesta queda en el aire. Todo por cuenta de un hecho real y palpable. De los 32 departamentos del país y más de 1.000 municipios, en algunas zona las institucionalidad del Estado nunca llegó a llegó a cuentas gotas. Es decir, este nuevo escenario, será como tejer una gran “telaraña de equidad social”, que será larga, compleja y de una alta controversia, -interna y externa- por la diversidad de actores, por la ausencia de un modelo educativo fuerte alrededor de la paz y la unidad nacional.

La primera tarea, es erradicar todo tipo de violencia, comenzado por la violencia en el hogar. Las estadísticas muestran a una Colombia con 82 homicidios al año por cada cien mil habitantes, unos 30 mil en total, frente a 25 de Brasil, 20 en México, 17 en Nicaragua, 12 en Argentina y Estados Unidos, 11 en Perú y 3 Canadá; lo que contrasta con las cifras de condenas penales: 429 en los Estados Unidos, 92 en Canadá y solo 1 en Colombia por cada cien mil habitantes.

Si Colombia quiere alcanzar la paz, más allá de la firma del acuerdo final de La Habana –de la hoja de ruta de un plebiscito- se debe superar la etapa del diagnóstico, para entrar a la presencia real y efectiva del Estado con la presencia de las tres ramas del poder público. Es decirle darle paso al pronóstico y la solución desde Nariño hasta la Guajira y sede el Amazonas hasta San Andrés y Providencia. Una área nada fácil y compleja.

El Gobierno del presidente Santos y la comunidad internacional, saben  que la violencia en Colombia es un tema cultural, que se debe derrotar con educación, con asistencia social, con elevar los contenidos de los medios de comunicación alrededor de nuestra historia, la naturaleza, el trismo y todo aquello que genere un valor agregado para comunidades y territorios que crecieron a espaldas de Bogotá, a espaldas de las grandes capitales y del mundo.

En resumen, lo que pase después del 26 de septiembre, debe cobijar más allá del diagnóstico a la violencia social, a través de una respuesta de la red interinstitucional del Estado bajo la intensificación de la pedagogía, educar a los niños y jóvenes para la paz y reducar a los adultos para el mismo fin. Si no se edifica esa acción, el remedio podría resultar peor que la enfermedad, condenando a otra generación a nueva frustración. Es decir, sin un segundo de paz.

Esta construcción de cultura de paz, no puede estar ajeno de un marco ético. El hombre es la única especie animal que tiene sentido del bien y del mal, sentido de la finalidad y sentido de la vida: el hombre es un animal ético. La ética no es un lujo ni una moad trasnochada. Si se firma el acuerdo final de La Habana, impactará en América Latina,, sin embargo, la paz está llamada a construirse cada día.

En lo particular creo, que el ciudadano si quiere la paz, pero no es el único responsable para que sea viable. El Estado debe actuar y acompañar el posconflicto, más allá de su capacidad institucional. De cara a las regiones.

La paz debe ser entendida como un deber personal y social. Por lo mismo si es posible si todos los actores cumplen su tarea. La paz está al alcance de una generación que se levantó con hechos de violencia cada 17 minutos,  Por más duro y adverso que parezca el logro de la paz, los colombianos no desfallecemos, sembramos la semilla para recoger mañana el fruto este 26 de septiembre de 2016. La razón: la paz se convirtió en el siglo XXI en un desafío, un diálogo y una visión futurista de los ciudadanos cansados de mirar con impotencia como un país tan rico en recurso humano y natural, no ha despegado de la violencia. En las urnas, dirá basta ya. A propósito de este comentario.

Usted que piensa. E mail carlosvillota56@gmail.com