Por Lola Portela

“La libertad no tiene su valor en sí misma: hay que apreciarla por las cosas que con ella se consiguen”.  Ramiro de Maeztu

Durante años, décadas, Colombia estuvo secuestrada. Sí, porque cuando secuestran a un ser, le quitan la libertad a una familia entera, a sus amigos, todo cambia. Fue lo que sentimos en épocas en que el país contaba un aproximado de 3.150 secuestros por año, una cifra vergonzosa y de record mundial. Hoy se habla de unos 190 secuestros anuales, aún es alta esa cifra, si nos identificamos con el dolor de quienes vivieron ese horror, con los que nunca regresaron y con aún quienes padecen esa terrible tragedia.

Hoy hace 10 años  finalizó el secuestro de Clara Rojas y Consuelo González. Un día, como hoy, las Farc las entregaron a la comisión humanitaria del CICR y al gobierno de Venezuela. Y esas familias y el país dijeron: ¡por fin!.

Fueron más de seis años de secuestro en la selva, de espera para sus familiares, de incertidumbre para quienes nunca se acostumbraron a las cadenas, a la soledad, a las caminatas, al temor de la muerte.

Por todo lo anterior resolví aceptar el reto de hacer memoria histórica y escribir esta columna, como un homenaje a la LIBERTAD.

Hoy, hace una década terminaron esas  penurias del secuestro para Clara Leticia Rojas Gonzáles. Ella fue preparada. Le cortaron su cabello, la  alimentaron menor, era inminente la entrega y a la guerrilla no le convenía mostrar las condiciones reales de sus secuestrados, la prepararon para la entrega. Por eso las vimos con un buen semblante y mejorado por una felicidad sin igual. Fueron  recibidas en la selva del Guaviare por una comisión internacional que las llevó hacia Venezuela.

Allí, a Clara Rojas la esperaba Clarita Rojas de Gonzalez, su mamá, una mujer que tampoco olvidaremos por su templanza, dulzura, entereza y fortaleza.  Una mujer que le enseño a Colombia a nunca darse por vencida. Doña Clara, “Clarita mamá”, como la llamábamos en la Fundación Víctimas Visibles, nos dio ejemplo de lucha, nos enseñó de esperanza, de cordura, así el alma estuviera destrozada. Sólo la vi llorar en privado, ella siempre se controlaba porque pensaba que su hija la podría escuchar. Recuerdo que ella los colombianos nos unimos en pos de ese clamor de una madre que clamaba por su hija y por su nieto Emmanuel.  Al enterarse que el niño había nacido, esta dulce abuela le escribió una bella carta que, por gestión de la Fundación, se publicó en la revista Semana.

Clara Rojas hoy Representante a la Cámara por Bogotá fue secuestrada y considerada como «canjeable» de las Farc.  Era, como muchos más, el boleto de negociación de los guerrilleros que se encontraban en las cárceles colombianas, purgando penas.

La anhelada liberación tuvo lugar luego de cuatro meses de agitada mediación entre el gobierno de Venezuela  y el colombiano. Y tras varias crisis con el gobierno colombiano, por los engaños y falta de claridad de la guerrilla.

Varias pruebas de supervivencia de los secuestrados fueron incautadas por autoridades colombianas. La guerrilla habló, por intermedio de Chavez, de entregar al pequeño Emmanuel –hijo de Clara Rojas- pero éste fue hallado por autoridades colombianas antes de que la guerrilla lo pudiera recuperar, tras hacerlo llegar, con nombre falso, a una persona que lo entregó al Bienestar Familiar. Luego de esos tropiezos, algunos analistas del momento calificaron como un fracaso las gestiones de Chávez y la senadora Piedad Córdoba.

Recuerdo, como si fuera ayer, ese diciembre agitado, y cómo los familiares de los secuestrados insistieron en la vía venezolana, como camino para lograr la liberación de sus seres queridos. Y las Farc también buscaron la forma de “quedar bien” por fin con Chávez. Éste último, por su parte, decidió bajarle el tono a sus declaraciones beligerantes contra Colombia y terminó dirigiendo el operativo de libertad desarrollado un jueves, cuando por fin se ajustó a las condiciones de confidencialidad, prudencia y respeto mutuo solicitadas por Colombia.

De esta manera, dos helicópteros venezolanos de fabricación rusa llegaron a Colombia en la mañana de aquel  jueves con la misión de recoger a las dos secuestradas en la selva del Guaviare. Después de parar en San José, la capital del departamento, de asistir a una reunión con autoridades locales, entre ellas el comisionado de paz, Luis Carlos Restrepo, la comisión voló hasta la vereda la Paz, inspección de La Libertad, municipio de El Retorno, en Guaviare, y allí recibió a las dos secuestradas.

La noticia de la liberación fue revelada ese inolvidable jueves, a las 11:00 a.m., hora colombiana, por Chávez quien en rueda de prensa desde Caracas dijo que acababa de hablar con ellas por teléfono y que desde ese momento eran transportadas hacia Venezuela. “Saludé al jefe de la patrulla de las Farc, saludé a Clara y a Consuelo. Estaban emocionadas… me dice el ministro Rodríguez Chacín que están bien”, indicó Chávez.

En ese momento, las dos aeronaves –identificadas con emblemas del CICR- se dirigieron hacia el aeropuerto de Santo Domingo, Táchira, Venezuela, con las dos dirigentes políticas colombianas y el equipo que viajó a recogerlas en la selva. De este grupo hacían parte el ministro venezolano Ramón Rodríguez Chacín con su secretaria, el embajador de Cuba en Venezuela, Germán Sánchez, la senadora Córdoba, los emisarios del CICR y un equipo médico encargado de evaluar el estado de salud de las dos mujeres liberadas.

Seis años de dolor

Clara Rojas era la fórmula vicepresidencial de Ingrid Betancourt. Ambas fueron secuestradas el 23 de febrero de 2002 en una correría política, cuando intentaban llegar hasta la que, tres días antes, fue la zona de despeje del Caguán. Rojas y Betancourt partieron por tierra desde Florencia y fueron interceptadas por un comando guerrillero que se las llevó.

Clara Rojas concibió y dio a luz en cautiverio a un niño de nombre Emmanuel, a quien las Farc supuestamente liberarían junto con ella. Ese fue el niño que el gobierno encontró en un hogar de Bienestar Familiar y que las Farc no podían liberar, simplemente porque lo separaron de su madre, lo escondieron, dándolo a cuidar en la casa de un campesino, quien dos años después relató su versión de lo ocurrido.

Emmanuel fue sometido a una prueba de ADN, luego cotejada con el de doña Clara de Rojas, cuyo resultado ratificó su parentesco. Apenas dos horas antes de que Clara Rojas fuese liberada ese jueves.  Expertos de la Universidad de Compostela, España, ratificaron dicho resultado. Apareció así el hijo que durante dos años fue separado de su madre por la crueldad de la guerrilla. Liberada y ya en Venezuela Clara, junto a sus familiares, contaba los minutos para volver a ver a su pequeño hijo.

El  reencuentro mitigó tantos meses, días y segundos de dolor. Hoy 10 años después quedan sólo cicatrices en los cuerpos de los ex secuestrados, pues muchos como Clara y Emmanuel ya sanaron las del alma. Una decisión que Clara Rojas asumió y nos narra en uno de sus libros.

Ojalá Colombia pueda sanar y superar, por completo, el dolor de tantos años de violencia. Sólo así sabremos que la verdadera libertad no tiene precio.