Por: José Félix Lafaurie Rivera
El humano tiende a compararse con un mundo paralelo que siempre lo acompaña: el del “si hubiera”, el de la omisión y la frustración de no haber hecho lo que convenía, o peor, el de haber hecho lo que no convenía, el del “si no hubiera”, el del error y el arrepentimiento.
Esta tendencia se acentúa cuando la realidad golpea fuerte, como hoy el COVID-19, a propósito de los sistemas de salud y otros asuntos, como el ambiental, la informalidad y la pobreza, que agravan nuestra crisis con una demanda creciente de recursos, y en lo económico, la excesiva dependencia petrolera, que la agrava aún más con la disminución dramática de sus ingresos.
Si hubiéramos discutido menos y actuado más; si hubiéramos destinado más recursos a la salud como factor de equidad; si no hubiéramos politizado el sistema; si no hubiéramos sido tolerantes con la corrupción, si hubiéramos…, si no hubiéramos…, hoy estaríamos mejor preparados contra la pandemia.
Esa tendencia diletante, sin embargo, cae frente a la adversidad, y lo que no se había podido durante años, resulta posible en apenas unos meses. Nuestro sistema de salud, al final de la pandemia, será el que “hubiéramos querido” desde hace décadas.
Es sorprendente, aunque muchos no quieran reconocerlo, como el gobierno Duque marcó diferencia y pareció anticiparse a la crisis con su “Acuerdo de punto final”, que empezó a saldar deudas al sistema de salud desde mediados de 2019, con aceleración de pagos en 2020, como una de las estrategias centrales frente a la emergencia.
Me referí a la dependencia petrolera, porque también llevamos décadas discutiendo sobre diversificación exportadora, y hoy nos amenaza una “debacle cambiaria”, pues si la Balanza Comercial era deficitaria en más de US$10.000 millones con petróleo a US$60, el horizonte es oscuro con menos de la mitad de ese precio.
Desde Fedegán llevamos años insistiendo en el potencial exportador de la carne, reconocido en todos los programas de diversificación, pero igual han pasado años sin completar la tarea –¿es acaso enfermedad nacional?–, y hoy nos enfrentamos también al “si hubiéramos”, agravado por una coyuntura de sobreoferta por la crisis económica y la temporada invernal, con consecuencias desastrosas para los ganaderos.
Ahora mismo la ganadería enfrenta el reto formidable de aplicar más de ¡27 millones! de vacunas contra aftosa, en el país rural, en 45 días y en medio de la pandemia, tarea que asumiremos con asesoría del INS en protocolos de bioseguridad para llegar a ¡700.000! predios ganaderos.
Pero lo que hoy quiero resaltar es que lo hacemos ¡desde 1997!, aplicando recursos ya billonarios, pero sin lograr la promesa de valor de ser un país exportador de carne, pues aunque abrimos camino, nuestro producto no es admitido en mercados de mejores precios y volúmenes, como USA, la UE y China.
La “admisibilidad sanitaria” no depende solamente del estatus de país libre de aftosa, que ya recuperamos, sino de dos sistemas muy importantes: Trazabilidad, e Inspección, Vigilancia y Control, que garantizan la inocuidad desde el productor hasta el consumidor. En ambos habíamos avanzado, pero el gobierno Santos retrocedió suspendiendo los decretos que reglamentaban la vigilancia, y quitándole a Fedegán, unilateralmente y sin argumentos técnicos, el manejo de la trazabilidad y, luego, del Fondo Nacional del Ganado.
En el mundo después de la pandemia, la inocuidad de los alimentos será exigente y bien pagada en los mercados, mientras Colombia necesita con urgencia productos exportables que ayuden a tapar el hueco de la renta petrolera.
En este, como en otros campos, debemos salir del mundo del “si hubiéramos” y entrar al de ¡Lo hicimos!
@jflafaurie