Por: RAFAEL VERGARA NAVARRO
La adaptación basada en ecosistemas de litoral exige conservar, recuperar, reconstruir, en suma valorar la existencia de manglares y corales, fértiles hijos del mar que nos circunda. Ligados son fértiles dadores y protectores de la vida.
Salacuna y casa de especies múltiples, tanto el bosque lineal de la interfase agua tierra como el arrecife coralino, regulan mareas y controlan la dinámica de las corrientes marinas impidiendo la erosión costera.
Los servicios ambientales, su aporte al clima resumiendo toneladas de CO2, la productividad múltiple y su histórica presencia, son riquezas naturales del país y patrimonio protegido por la ley y el POT, en el caso de los manglares urbanos.
Vitales como barreras blandas para enfrentar los impactos del cambio climático y prevenir el riesgo, hay quienes lo ignoran y las tensiones y amenazas no cesan, llegan por oleadas, pretendiendo acabar con lo avanzado y conservado.
No entienden que los rellenos en la bahía y en los caños, lagos y ciénagas, al afectar los manglares, atentan contra la estructura del territorio, el paisaje, la seguridad alimentaria y la ley.
El patrimonio natural es una esencialidad heredada que con las aguas soporta y cobija el patrimonio material e inmaterial y viabiliza el desarrollo social, la recreación y los servicios ecosistémicos. Así tiene que ser valorado en el PEMP el manglar, recordando que “sin azul y verde no hay nosotros”.
Es posible armonizar murallas y manglar pero son inadmisible codicia, urbanismo cosmético o ignorancia, empeñados en desvalorizarlo, erradicar y/o por “seguridad” volverlos setos.
Existe una mentalidad deforestadora: encementa orillas y cuerpos de agua, sustituye los grandes árboles con palmeritas. 14 ciudadanos por árbol deben motivar para repensarse, reconstruir, reforestar y cuidar.
Vale recordar que entre 1960-91, luego de 30 años de explotar el manglar como madera, consumimos 150,000 (ha) quedaron 379.043. Nuestra región con la expansión urbana eliminó la mitad: acá subsistieron 86. 310 (ha).
En 1991 Inderena prohibió la extracción y los declaró especie de especial protección. Cartagena ejemplarizó en 1995: organizamos un Ecobloque, controlamos invasiones, eliminamos el uso del mangle en la construcción y su comercio ilegal.
Ulloa-Delgado (2004) reportaron la existencia en el país de 371.081 (ha) y 88.000 en el Caribe.
Mientras la ciudad tiene una línea de costa en Bolívar solo quedan 7.001 (ha) de manglar.
Con un área urbana de 8.000 (ha) el soporte manglárico alcanza 988.22 ubicados así: en las 152 (ha) de los caños, lagunas y ciénaga de Las Quintas hay 52.76 (ha). En las 2.200 (ha) de la ciénaga de la Virgen 783.22; y a los sumo 152.22 en las 8.500 (ha) de la Bahía de Cartagena.
Son datos para (pre) ocuparse, proteger, resembrar y, con las compensaciones, recuperar orillas, sembrar sombra e incrementar biodiversidad. Es imperativo fortalecer las defensas, combatir la contaminación y las islas de calor generadas por la congestión vehicular o el uso intensivo de vías. ¡Ni un paso atrás!
*Abogado ambientalista y comunicador.
RAFAEL VERGARA*
rvergaran@yahoo.com