La elección del candidato de derecha Mauricio Macri en Argentina ha marcado un hito en el panorama político de América Latina. Y es que el presidente electo tiene muy claro sus objetivos tanto a nivel interno como a nivel externo (ver Triunfo de Macri en Argentina: ¿una nueva ruta?).
Por este motivo, Macri ya superó que la presidente de Brasil, Dilma Rousseff haya apoyado al kichnerismo, buscando inclusive acercamientos y alianzas entre sus países, tanto que Brasil se ha convertido en su prioridad.
Macri sabe que tanto su país como Brasil se encuentran en crisis económica, y por consiguiente, su mayor interés es lograr acuerdos comerciales con la Unión Europea, e incluso con la Alianza del Pacífico, con el fin de inyectar recursos en la economía argentina, algo que también le conviene también mucho a Rousseff.
Para hacerlo, cambiar la posición y la imagen argentina ante los países desarrollado occidentales es una prioridad. Por lo tanto, el Presidente electo pretende estrechar relaciones tanto con países centro derecha, como con los socialdemócratas.
Una de las formas de hacerlo es cumplir su promesa de rechazo del régimen Maduro en Venezuela, alimentando el discurso de la democracia que tanto eco tiene en el viejo continente. Precisamente a ojos de Macri, el régimen bolivariano es quien ha frenado los acuerdos con la Unión Europea. Por lo tanto, se puede esperar que cumpla su denuncia del régimen ante el Mercosur por la cláusula democrática.
Por su parte, Rousseff está afrontando una crisis económica y una crisis reputacional interna por corrupción, las cuales Macri está explorando para generar su alianza. El martes el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE) publicó un informe en el que se resalta que la economía del país ha presentado un 4,5% de retroceso en el 2015, estando todos los sectores económicos afectados.
Si bien la presidente brasilera no ha aceptado una posición en contra del régimen Maduro, y pareciere no se uniría a la solicitud a Mercosur, puede llegar a reconsiderar su visión. Y es que un discurso frente a Venezuela puede ayudar a mermar problemas internos y distraer la atención, al tiempo que agilizar acuerdos con Europa para incentivar el comercio.
Rousseff necesita estas medidas, y ahora aún más, debido a que el miércoles el Presidente de la Cámara de diputados de Brasil aceptó una petición de destitución en su contra.
Esta solicitud tiene como sustento alegaciones de maniobras fiscales irregulares que presuntamente realizó la Presidente para ajustar las cuentas gubernamentales para este año.
Esta aceptación implica que los diputados analizarán la petición y la Presidente debe rendir cuentas ante ellos. Para que este proceso continúe se deben lograr 2/3 de votos positivos de miembros del parlamento, y la decisión final es del senado, en el cual la moción de destitución debe lograr 54 votos de apoyo para que sea efectiva.
La presidente realizó una rueda de prensa y afirmó que «he recibido con indignación la decisión del presidente de la Cámara de Diputados contra un mandato democráticamente conferido por el pueblo brasileño». Agregó que no hay evidencias en su contra: «no tengo cuentas en el exterior. No he cometido ningún acto ilícito, y no existe ninguna sospecha de desvío de fondos públicos».
Esta situación puede impulsar la alianza que Macri ha estado buscando, aún si ella no asiste a su «asunción» el 10 de diciembre por los problemas económicos en Brasil.