Por: Robinson Castillo.
Claudia López gobierna desde la oposición. Es lo que siempre la ha caracterizado, es una forma de hacer política que no es casual ni mucho menos improvisada. Y ahora en el rol de mandataria no cambió la fórmula, por el contrario, la intensificó. Es su método.
Desde el minuto cero eligió a su principal contendor: El presidente Iván Duque. Es una cruzada contra todo aquello que la alcaldesa considera se viene haciendo mal desde la principal cabeza del Ejecutivo. Es una estrategia constante.
López nacionaliza su opinión. Los titulares de prensa estimulados por la alcaldesa hacen énfasis en los cuestionamientos a Duque. Entonces los ataques al presidente, se traducen en opinión publicada.
Su estilo y personalidad no podía ocultarlas como mandataria. La polémica le encaja como un traje a la medida. Gesticula con solvencia y en ocasiones con brusquedad en sus mensajes. Ella cuestiona y hasta censura muchas de las decisiones gubernamentales. Y tiene una capacidad de comunicación sin dieta.
El mensaje cifrado es que hay otra forma de hacer las cosas. Y en eso se ha empeñado, tiene muy bien estudiado a Duque y sabe que éste pocas veces le sale al ruedo (el gobierno pone a responder a Diego Molano). López sigue el libreto, entiende que la estrategia es el contraste, para diferenciarse y en algunas oportunidades para ir al ataque.
Y son diferencias de forma y fondo. El megáfono contra programa de televisión diario, tono de voz fuerte contra tono mesurado, incluso se atrevió a predecir la larga cuarentena que se avecinaba, contrario al gobierno que guardó prudencia.
Y el manejo de la pandemia ha sido el ring por excelencia. En el debate público en ocasiones Claudia López ha insinuado a Duque como el villano, mientras ella emerge como la heroína. Se posiciona como parte de la solución y a Duque como el problema. Evidencia: el primer día sin IVA.
Y sabe perfectamente que después de la pandemia, es la economía. Por eso no aplazó la oportunidad para cargarle al presidente Duque, la responsabilidad de bajarle el pico a la curva del desempleo.
La prudencia atraganta a la alcaldesa. En la recta final de la campaña a la alcaldía moderó el lenguaje, pero desde hace un tiempo para acá recobró su identidad. Y casi siempre elige las palabras más duras. Aunque Claudia López niega problemas con Duque, se aferra a lo que denomina opinar con firmeza.
Pero Google Chrome ofrece otra realidad. Al buscar en este navegador las críticas de la mandataria de la capital contra el presidente Duque, aparecen más de 248 mil resultados. Sin duda la oposición es un arma poderosa. Sus mensajes refuerzan su temperamento.
A juicio del consultor político Carlos Suárez, el propósito fue graduar un contradictor diferente a Petro para enfrentar ante la opinión, en vez de centrar la atención de lo que ocurre en Bogotá, distrae la atención atacando a Duque, la figura pública más visible del país.
Entre tanto, el estratega Augusto Reyes dice que se trata de dos liderazgos diferentes, de ver y sentir la política. Son visiones distintas, argumenta.
La alcaldesa domina a su antojo el papel de opositora, la oposición no la domina. Su éxito es indiscutible, las encuestas no la bajan del 70% de respaldo. Hasta ahora gobierna su temperamento y su gran riesgo es que el temperamento la domine a ella.
La batalla ideológica está servida. Su personalización es cada vez mayor y la acumulación de percepciones positivas se guardan para tiempos electorales. Y Claudia López lo sabe de sobra.
La pregunta incómoda
¿Cuándo las encuestadoras preguntarán si la gente cree en las encuestas?