Trabajó para cuatro carteles de la droga. Sobornó y reclutó a un agente de Estados Unidos. Mencionado en Odebrecht, lavó dinero en Argentina, allí se relacionó con Mauricio Serna y ahora lo incrimina ante la justicia.
Pocos personajes del mundo del narcotráfico tan complejos y particulares como José Bayron Piedrahíta Ceballos. Con probados nexos por parte de la justicia de Estados Unidos trabajó con cuatro carteles de la droga en Colombia.
Mimetizado como empresario, en negocios de ganadería e inmobiliarios en el país y el exterior, está relacionado por gestiones con el detenido exsenador Otto Bula, uno de los cerebros de la operación de pagos ilegales de la multinacional brasilera Odebrecht.
A ello se suma su habilidad para coptar a su organización, a agentes de la justicia de Estados Unidos que por años le seguían la pista. Y ni que decir, de su paso por uno de sus destinos favoritos, Argentina, desde más de dos década.
Allí, se relacionó con María Victoria Henao, viuda de Pablo Escobar y su hijo Juan Pablo, mimetizó más de tres millones de dólares. Según la justicia de ese país, mediante negocios inmobiliarios en donde contaminó a Mauricio Serna, otrora figura de Atlético Nacional, Boca Juniors y la Selección Colombia de fútbol.
Hoy, el futuro judicial de Serna depende de Piedrahíta Ceballos. El exfutbolista debe responder en juicio por lavado de activos, al tiempo que el narcotraficante Piedrahíta, condenado y en una prisión en Estados Unidos, afirmó que el exdeportista tenía pleno conocimiento del origen del dinero que lavó en varios negocios en Buenos Aires. Todo a cambio de una rebaja de pena.
Un señalamiento que rechazó tajantemente Mariana Barbitta, abogada de Serna en Argentina, quien dijo que no es testaferro, al tiempo que pidió la nulidad del proceso porque en la indagatoria que presentó en el año 2018 en ese país, las autoridades no le informaron que era un presunto testaferro.
Los ritmos en la vida criminal de Piedrahíta han sido frenéticos. Estuvo en el Ejército y en 1983 llegó hasta el grado de subteniente. Fue director de un colegio militar. Después ejerció la actividad ferretera en Medellín.
De allí se mudó al Valle del Cauca para continuar con la ganadería. Luego a sembrar café y retornó al Bajo Cauca a retomar el levante de reses. Desde entonces lo empezaron a llamar el patrón de Caucasia, en Antioquia.
Extendió sus negocios a Panamá y Argentina. Un terrateniente que amplió sus tentáculos a varias organizaciones del narcotráfico. Tuvo nexos con los hermanos Ochoa, del extinto Cartel de Medellín.
Posteriormente, apareció vinculado al Cartel de Cali. De allí migró al Cartel del Norte del Valle y en años recientes se conectó con la Oficina de Envigado.
También le vendió ganado y una hacienda a una sociedad familiar del detenido exsenador Otto Bula, punta de lanza de la multinacional Odebrecht para entregar sobornos a congresistas, por lo cual, él y otros andan en prisión.
Pero todo llegó a su fin cuando Piedrahíta fue capturado en Caucasia a finales de septiembre de 2017, pedido en extradición y enviado a Estados Unidos, el 10 de mayo de 2019. Allí reiteró su conexión con los Escobar y Chicho Serna.
Según la DEA, lavó dineros en Argentina con el inversionista Mateo Corvo, quien fue a prisión junto a otras cinco personas en ese país.
Con otra particularidad, se evidenció el modus operandi de Piedrahíta para torcer a la justicia de Estados Unidos. En concreto, a Christopher Ciccione, un agente especial que lo investigaba.
A través de citas en lujosos hoteles de Bogotá, fiestas, alcohol y mujeres, el funcionario judicial americano sucumbió y, según la acusación en su contra, utilizó su posición oficial para influir en los funcionarios dentro del Departamento de Estado en favor de Piedrahíta.
Ciccione era un agente especial del Homeland Security Investigations (HSI), una subagencia adscrita al Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos, (DHS), que tiene detectives responsables de investigar los delitos relacionados con inmigración, narcotráfico o financieros, entre otros. Con sede en Miami, el agente llegó en 2001 con amplio acceso confidencial a todas las instancias federales de justicia.
Luego de varias misiones exitosas, a Ciccione le fue asignada una en particular, que lo cambiaría para siempre. Investigar a José Bayron Piedrahíta Ceballos, a quien la justicia de Estados Unidos le venía siguiendo la pista años atrás. De hecho, el 20 de junio de 1996 fue acusado de participar en el Cartel de Cali y era fugitivo, por indagaciones que se iniciaron desde 1991.
Con múltiples viajes a Colombia y contactos con fuentes del mundo de la mafia, Ciccione mordió la carnada. Juan Carlos Velasco, amigo de Piedrahíta, se ganó la confianza del agente federal, le entregó información errada y la amistad se hizo más íntima.
Vendría entonces el canje. Recibimientos, encuentros sociales, sexuales, y sobornos a cambio de ayuda ante las autoridades de Estados Unidos por parte del agente Ciccione.
La investigación dio cuenta que existían 141 pistas de investigación para probar que efectivamente José Bayron Piedrahíta Ceballos tenía nexos con el narcotráfico. Pero poco a poco el funcionario federal hábilmente las fue desestimando y convenciendo a sus superiores de que no había cómo vincularlo.
Entre 2010 y 2011 Ciccione enviaba todo tipo de informaciones desechando pruebas. Interceptaciones legales, correos electrónicos y documentos recopilados mediante operaciones conjuntas entre la Fiscalía en Colombia y la DEA demostraron que trabajaba para favorecer a Piedrahíta. Falsificaba los registros oficiales, mentía a sus supervisores y lo propio hacía con la Oficina del Fiscal de Estados Unidos.
Algunos de los reportes de Ciccione, enviados a los diversos organismos de justicia, decían: “La cooperación de Piedrahíta no tenía ningún valor real”, “era un exsospechoso de una investigación cerrada”, “Ciccione iba a ser transferido, pero quería ayudar a Piedrahíta con su estatus y estaba temeroso porque había demasiadas ranas”.
Otros reportes señalaban, “nunca se identificó positivamente y las órdenes de detención no se emitieron”, “no se encontraron registros de actividades criminales en base de datos de Piedrahíta”, “no lo pude identificar a él y a otros para obtener las órdenes de arresto”. Incluso con ello el juez William Hoeveler desestimó los cargos contra 18 acusados, entre ellos Piedrahíta, quien hasta les ayudó a tramitar visas y otros documentos.
En contraprestación el agente estadounidense recibió beneficios. Entre otros, le fue enviado un catálogo de prepagos. Llegó a Colombia y durante cuatro días se alojó con mujeres en el prestigioso Hotel Marriot de Bogotá.
Hubo invitados, alcohol y cena. Asistieron un coronel, un cantante pop y otras mujeres. También le depositaron un soborno de US$17.700 en efectivo. Con ello, el agente compró parte de un Jeep en Estados Unidos, alquiló un camión y hasta pagó tarjetas de crédito.
Pero la fiesta se acabó. Las investigaciones avanzaron y cayeron los tres: el agente Ciccione, el narcotraficante José Bayron Piedrahíta y el intermediario, Juan Carlos Velasco. La justicia los acusó de seis cargos.
Ahora, el turno es para Mauricio “Chicho” Serna, quien deberá demostrar ante la justicia en Argentina que los señalamientos de Piedrahíta son sólo una mala jugada.
Via API Agencia de Periodismo Investigativo NORBEY QUEVEDO