Con un hecho de mero carácter simbólico se considera se pueden frenar las pretensiones independentistas.

El encuentro entre los mandatarios de Taiwán y de China el día de ayer estuvo plagado de simbolismo, de respeto y de disuasión. Y es que a diferencia de otras regiones del mundo, en realidad ambos Gobiernos consideran tienen la misma nación y su fin último es la reunificación de todo el territorio.

Inicialmente, Taipéi (capital de Taiwán) era reconocida como Gobierno legítimo de China, pero todo cambia en 1971 cuando pierde dicho estatus a favor del Gobierno comunista de Pekín. No obstante, debido a la pretensión de reunificación, amenazas de independencia generaron la solución única en 1992 propuesta por Pekín: una nación con dos Gobiernos. Lo anterior, por supuesto, ha generado una serie de tensiones, al considerarse Taiwán como una nación renegada, y Pekín forzar a escoger entre relaciones con una sola parte. Así mismo, con las nuevas generaciones el sentimiento nacionalista taiwanés ha incrementado.

Dentro de este contexto, después de 60 años de relaciones complejas y de silencio, el encuentro entre el presidente Chino Xi Jingping y el líder taiwanés Ma Ying-jeou es un hito histórico. Y es que el protocolo utilizado es muy diciente en este encuentro. Las banderas de ninguna de las partes podrían ser mostradas en el encuentro, y a ninguno de los líderes se les referiría como presidente. Se realizó en un territorio relativamente neutral, Singapur.

Y es que todos estos aspectos mandan un mensaje no solo de igualdad, pero también, de aceptación del status quo, es decir, del acuerdo de 1992. Esto sin duda responde a la preocupación de China por las amenazas de independencia, particularmente cuando los candidatos preferidos en Taiwán son independentistas, pero también de Taiwán, al estar consciente de su dependencia económica de China. La propuesta de Taiwán consiste precisamente en eso, en reducir las tensiones y establecer una línea de comunicación directa que permita consolidar el acuerdo de 1992.

Interesante lo que puede suceder a ojos de EE.UU., un ferviente aliado de Taiwán que en 1979 prometió proteger a la isla. Las acciones de la potencia, que ya ha tenido varios encontrones con el gigante asiático, podrían generar otro inconveniente diplomático. Las elecciones en Taiwán también serán determinantes para esta relación.

No obstante, solo el haberse reunido bajo esos estándares de igualdad ya es historia, a pesar de no haber culminado en un acuerdo.