Indica que el Covid-19 no será erradicado en un futuro cercano, como tampoco sucederá la inmunidad de rebaño con las vacunas actuales. Esto por los diferentes linajes o variantes virales que están circulando. “La indiferencia nos va a matar”, asegura.

Por: Carlos Pérez, médico infectólogo

La indiferencia nos va a matar —dice un comentario popular—. Llegamos a lo que considero la fase final de esta pandemia en la cual prima el desinterés general y la enfermedad se convierte en una molestia más. La sociedad toma una inercia para seguir con sus rutinas incesantes y dispuesta a asumir la posibilidad de infectarse; esto pasó de ser un temor profundo a la muerte, a un riesgo aceptable.

Los comentarios como «cuidémonos entre todos», «es injusto que nos hagan ir al trabajo» o «deberían actuar los gobiernos para cuidarnos» pasaron de moda y se convirtieron en «ahora que no nos vuelvan a encerrar», «ahora nos quieren meter miedo» y «el Gobierno nos va a matar a todos».

Hace un par de semanas escribí en mi cuenta de Twitter un comentario que hacía referencia a que se están incrementando los casos y hospitalizaciones (porque yo veo pacientes, no cuadros de Excel) y después de semanas sin un caso nuevo fui atendido con varios comentarios despectivos como: «estos médicos nos van matar», «en qué se basa si las estadísticas dicen lo contrario» o «ahora que estamos reactivando la economía que no nos metan miedo».

Realmente quedé sorprendido: creer que las estadísticas, que tienen un retraso natural, son el registro pero no una verdad absoluta; no entender que son el registro de un momento pero no predicen el futuro. Esta es una foto de un momento pero no es la película y mucho menos el final de esa película. Sin duda, y lo he escrito en varias ocasiones, que morir de Covid-19 es una probabilidad, pero morir de hambre es una certeza; y que las cuarentenas actualmente no son viables ni efectivas.

Pero sorprende la indiferencia sobre las personas que puedan enfermarse, lo que parece que fuera un problema de unos marginados que no pueden impedir el avasallante motor de la aplanadora de la sociedad actual. Los comentarios se encaminan a que los enfermos actuales y futuros no podrán ser la excusa para no seguir con la reactivación económica. La agresividad que da el anonimato de las redes sociales se acaba cuando alguien se convierte en un paciente buscando ayuda en un hospital.

Fotografía de Carlos Pérez
Carlos Pérez, médico infectólogo / Suministrada

Las vacunas actuales son extraordinarias y así lo han demostrado, pero imperfectas. Esta primera generación de vacunas no impide cortar la cadena de transmisión, lo cual significa que un número importante de las personas vacunadas transmiten el virus a personas susceptibles. Será necesario esperar a saber si son las dosis adicionales, los refuerzos o la reformulación de las vacunas lo que permita una inmunidad duradera y eficaz para evitar la transmisión comunitaria.

Por ahora la vacunación es una victoria: al evitar la muerte por Covid-19 queda pendiente la gran victoria de evitar la transmisión de cualquier variante viral. Algunas personas dicen: «Se murió de Covid-19 y eso que estaba vacunado». Debemos entender que el responsable de la muerte es el virus y la persona que lo infectó; no la vacuna.

Hay buenas noticias: una es el resultado de los estudios de los anticuerpos monoclonales que en un grupo especial de pacientes reducen el riesgo de enfermedad grave y la otra es el resultado de los estudios sobre antivirales directos que reducen la hospitalización y muerte por Covid-19 en forma importante. Medicaciones efectivas para tratamiento, las vacunas y la prevención son las piezas del rompecabezas que se van armando para salir de la fase pandémica de la infección por Coronavirus.

Varias son las certezas del futuro en la pandemia: en unos pocos meses dejará de ser una pandemia y pasará a ser una enfermedad endémica. ¿Qué significa? Tal como pasó con el sida, el dengue o el zika, el Covid-19 pasará de una enfermedad que nos afecta a todos a una que solo afectará a algunos, especialmente no vacunados, y persistiendo en el tiempo.

Hay patologías como la viruela, que con la vacuna fueron erradicadas de la humanidad, hasta ahora ha sido la única. Y hay otras que han sido eliminadas en varias regiones del mundo, en gracia de los altos niveles de vacunación, como el polio, la difteria y el sarampión. Y varias han disminuido la afectación en la humanidad por la presencia de la vacuna efectiva, como la influenza, la varicela o el virus del papiloma humano. Este es el camino que sucederá con el Covid-19: seguramente será controlado y habrá rebrotes en las personas con pérdida de la inmunización o las no inmunizadas.

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Para promover la vacunación en Colombia, los comerciantes estudian la propuesta de añadir un 4% de descuento adicional a quienes presenten su carnet de vacunación durante el Día sin IVA / Alcaldía de Cali.

¿El Covid-19 será erradicado? No en un futuro cercano, como tampoco sucederá la famosa inmunidad de rebaño con las vacunas actuales. Esto por los diferentes linajes o variantes virales que están circulando. Pero habrá una disminución ostensible en el número de enfermos y muertos. Seguramente en los servicios médicos será otra más de las patologías respiratorias transmisibles.

Ya no habrá tanto «experto» en virología o infectología, aplanadores de curvas, vacunólogos, en fin, tanto pandemiólogo matutino que en algunos medios de comunicación han aflorado con comentarios y análisis desacertados. Y vamos a extrañar a los medios serios que con verdaderos científicos trataron de llevar verdad ante tanta incertidumbre. Aprendimos que el manejo de la información es una ciencia y transmitirla correctamente es un arte; y aprendimos también qué importante que son para una sociedad los buenos periodistas.

Una pandemia nos dejó claro que la aplicación de medidas ampliamente conocidas salvan vidas: 1. Lavarse las manos. 2. Usar mascarillas cuando hay infecciones respiratorias. 3. Vacunarse es necesario a cualquier edad. Ojalá estas grandes enseñanzas sean un legado después de tanto sufrimiento.

La ciencia, la solidaridad y la fortaleza del personal de salud han sido los responsables de sortear esta pandemia. Por otro lado, la seudociencia, el egoísmo y el aprovechamiento político han sido los peores enemigos. La asimetría de nuestra sociedad es un reflejo de la mortalidad en la pandemia: el mayor factor de riesgo para morir es ser pobre.

Sufrimos por una evidente crisis de liderazgo y siempre la culpa es de otros; es usual victimizarse para no responsabilizarse. Los líderes que en el mundo surgen de la academia manejaron mejor la pandemia y los que son fruto de la politiquería y el marketing mostraron su incapacidad. Ojalá aprendamos a escoger gobernantes por su capacidad intelectual y no por el odio.

No hay duda de que la vida va a seguir y de que la inercia de la dinámica social continuará alimentada por la indiferencia hacia la enfermedad, los enfermos y los fallecidos. Nos dejarán de importar: así ha sucedido antes y así sucederá ahora.