Por Carlos Villota Santacruz*

Mucho se habla  de la paz en Colombia, a menos de 6 semanas, que los ciudadanos acudan a las urnas para renovar el Congreso de la República (senado y cámara). Un escenario sede orden democrático que le levanta luego de renegociar e incorporar las inquietudes manifestadas en el plebiscito. En palabras de los editoriales de la prensa escrita y hablada,  “un hecho histórico de una guerrilla que combatió al Estado por 53 años. Hoy, está desarmada y lista para jugar según las reglas del Estado de derecho”.

Algo que para el ciudadano de a pie, es muy complejo entender. Que levanta muchas interrogantes. La razón. “La paz no se construye de un día para otro. La paz se construye con tenacidad, con coraje, con trabajo”, como lo afirmado el presidente Juan Manuel Santos, que incluso le ha costado su popularidad frente a la opinión pública.

¿Qué viene ahora para Colombia y sus habitantes? Viene ahora lo que se llama el posconflicto. ¿Y eso qué quiere decir? Eso significa comenzar a traducir las promesas, las ideas, las aspiraciones de las regiones que más han sufrido el conflicto en hechos concretos, en realidades como es el caso de departamentos como Cauca, Nariño, Putumayo, Valle del Cauca Córdoba, Guajira, Bolívar, Vichada y Amazonas entre otros-

Sin temor a equivocarme, lo que quieren los ciudadanos es que el año 2018 –más allá del proceso electoral- se convierta en la hoja de ruta para construir programas y proyectos en los cuatro puntos cardinales del país con capacidad de  disminuir la inequidad social, desde una acción del Estado donde renazca el campo. Las estadísticas dan cuenta que en el campo colombiano es donde está concentrada la pobreza y la inequidad. (Más del 60 por ciento de la población se encuentra en la pobreza absoluta)

Por ejemplo, un Alcalde de una municipio de quinta o sexta categoría como El Charco en el departamento de Nariño, lo que quiere percibir antes de que termine la administración Santos -7 de agosto de 2018- es obras bienestar, oportunidades. Lo que quiere es saber cómo es vivir en paz.

Lo anterior significa, que la construcción de la paz en Colombia no es de un par de años. No es una gran equivocación tener esa lectura desde el exterior. Es de dos y hasta tres décadas. ¿El porqué de esta afirmación? Simple. La paz es territorial. Además, por que  la paz  -vista desde provincia- la deben construir, ante todo y sobre todo, las comunidades.

Está en  los alcaldes que consultar a las comunidades para ir priorizando esas obras. Las comunidades son las que más saben, las que más sufren, las que más se benefician de las obras que necesitan como el municipio de Buenaventura en el departamento del Cauca o en el municipio de Granada, en el departamento del Meta. Nuestra tesis es: “las comunidades deben tener un “derecho ganado” en el diseño y la escogencia de las obras del posconflicto.

Si bien, el “sueño” del Gobierno Santos fue firmar la paz con las Farc –ahora con el ELN-, esa paz debe llegar a lo local, a lo cotidiano, a cambiarles la vida a los colombianos que necesitan una mano del Estado. O muchas veces ni siquiera necesitan la mano del Estado, necesitan simplemente una oportunidad.

La instancia de negociación con las Farc terminó en La Habana (Cuba). En periodo mayor a 4 años del proceso de paz que terminó con la firma del Acuerdo Final en el Teatro Colón de Bogotá, Colombia estudio al detalle procesos de paz en otras partes del mundo, como el caso de Suráfrica, e El Salvador y Guatemala. Qué hicieron bien, qué hicieron mal, para no repetir los errores y para hacer las cosas en forma correcta.

Llegó la hora que los ciudadanos perciban y sean protagonistas la regiones -32 departamentos del país- de la nueva etapa en la historia de Colombia. De lo contrario, lo que sucederá es que se abrirá paso un ambiente de desconfianza, desesperanza, se perderá la fe y por sobre todo, será el caldo de cultivo para el resurgimiento de la violencia, como ha sucedido en Tumaco, en Bogotá y recientemente en la ciudad de Barranquilla. . Usted que piensa.

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Internacionalista, periodista, experto en marketing político y marketing de ciudad. Coautor del libro “Gobierne bien y hágalo saber”

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