Desde su época de juventud, a Luis Fernando Velasco le enseñaron que el Cauca era una región de Colombia agrícola y ambiental, habitada por gentes alegres de espíritu abierto, franco y pacífico.

 Hoy, con el paso del tiempo, enfrenta graves problemas sociales como el desempleo, el aumento de la pobreza y la falta de servicios básicos, tales como la salud y la educación.

 En respuesta a esta radiografía, el Congreso, con el protagonismo de la Comisión de Ordenamiento Territorial y el liderazgo de su presidente Luis Fernando Velasco, debe acompañar el proceso de paz, a través de la construcción de un modelo de ciudad-región, que le permita enfrentar con éxito sus problemas más urgentes, que apague la deuda social, impulse la generación de empleo y estabilice la vida del campo.

 Si se da ese paso, se pasará la página del episodio de la guerra, bajo el entendido que la firma de la paz no significa el fin del conflicto, como la reconciliación nacional, tampoco significa el fin de las diferencias de los colombianos, pero ambas son condiciones necesarias para abandonar la vía de la violencia, la vía de las armas, que abra una puerta al desarrollo del país desde las regiones.

 Con la puesta de un modelo de ciudad región, se edificará una paz duradera, a la que se le debe sumar reformas económicas, sociales y políticas que le briden mayores oportunidades a los sectores de más bajos recursos. Ese cambio debe gestarse desde el campo y para el campo.

El Congreso, bajo la presidencia de Luis Fernando Velasco, debe tener en la mira a la figura de ciudad región. Para ello, debe abandonar el método ineficaz de hacer leyes desde una curul del senado o de la cámara e irse a consultar a las comunidades del cauca, de Nariño, de Córdoba, de la Guajira o del Putumayo, con el propósito de preguntarle a los colombianos cuáles son las reformas, instrumentos y estrategias que cristalicen una paz viable y definitiva.

 En palabras de Luis Guillermo Plata, ex ministro de comercio y profesor de competitividad en los Andes, “las fronteras políticas empiezan a desdibujarse por las realidades geográficas. Pensar en Bogotá como territorio aislado no tiene sentido. Por ejemplo, lo único que separa a Bogotá de Soacha es un semáforo. Esto tiene unas implicaciones sociales, políticas y logísticas, que deben ser solucionadas”.

Se hace inaplazable, que el que el Congreso coloque en la agenda pública del país las bondades del modelo de ciudad región es una asociación entre municipios para encaminar a todas las administraciones hacia proyectos que los beneficien mutuamente.  Un caso exitoso es el La Rape. Un ejemplo de una iniciativa que agrupa Bogotá, Cundinamarca, Boyacá, Meta y Tolima como región central para poder planear y desarrollar proyectos a 20 y 30 años. Una tarea que se debe replicar en la zona pacífica, los llanos orientales, la Costa y los antiguos territorios nacionales.

Carlos Villota