Hoy 29 de mayo es una fecha muy importante para la cultura sinceana, ya que un día como hoy hace 97 años nació uno de los músicos y compositores más importantes de la región como lo fue Fernando Iriarte Navarro, que lo recordamos cada vez que visitamos u observamos una fotografía de la Casa de la Cultura que lleva su nombre al igual que al escuchar el Himno de Sincé y ese porro que a todos nos pone a vibrar y nos llena de sentimientos como lo es, ‘Soy sinceano’, del que es su autor y de muchas piezas musicales con las que demostró el talento y la grandeza de esta tierra, que lo destacan como un buen sinceano.
Para las nuevas generaciones queremos dar a conocer aspectos de su vida y obra, en un escrito hecho por Miguel Iriarte Diazgranados, uno de sus hijos:
Músico, compositor, director coral, intérprete de la guitarra, el tiple y el bombardino, amante de la poesía popular que habita en la décima cantada y de la declamación de la poesía española, nacido en San Luis de Sincé, entonces Bolívar, el 29 de mayo de 1923. Fue el primogénito del hogar formado por Virgilio Iriarte Pertúz y Rosa María Navarro Medina. Su niñez transcurrió en su pueblo natal en donde desde los cinco años de edad empezó a tener contacto con la música, no porque en su hogar materno tuviera las condiciones propicias para ello, sino por la entrañable cercanía y amistad que existía entre la familia de Don Adolfo Mejía Valverde, músico mompoxino, padre del gran músico colombiano Adolfo Mejía Navarro, y la familia del niño Fernando Iriarte.
Se cuenta que todos los días, al alba, don Adolfo tomaba el tinto en casa de los Iriarte Navarro, levantaba al pequeño Fernando y lo llevaba con él a hacer sus vueltas cotidianas de artesano, joyero y relojero prestigioso, que también era, además de músico reconocido.
Con esa tutela, el niño Fernando fue tomando los primeros rudimentos de la música y empezó a tocar una pequeña guitarra que el maestro – que también era lutier – le había construido para él. Fue en esas circunstancias casi familiares que Iriarte tuvo la gran oportunidad de conocer y tratar a quien era ya un joven músico radicado con su madre en Cartagena, Adolfo Mejía Navarro.
Así, entre sus obligaciones de hermano mayor acompañando a su padre en sus labores del campo y la ganadería familiar, las enseñanzas del gran pedagogo sinceano Don Pedro Espinosa Meza y la tutela musical y espiritual del viejo Mejía Valverde, quien se había convertido como en otro padre para él, transcurrió su infancia y adolescencia, hasta que un día, casi en contra del deseo de sus padres y animado por Mejía Valverde y encomendado por éste ante su hijo, viajó a estudiar música en Cartagena en el Instituto Musical de esa ciudad que a la sazón dirigía Mejía Navarro. Allí comenzó sus estudios musicales formales mientras se hospedaba en la propia casa de su nuevo maestro quien era ya un músico destacado en La Heroica, convirtiéndose en uno más de la familia Mejía Franco.
Al poco tiempo se hizo miembro de la banda musical de la Armada de Cartagena que también dirigía Mejía Navarro, y luego, animado por su maestro, pasó a ser parte de la Marina Mercante Gran Colombiana con la que realizó algunos viajes por el mundo siendo de especial impacto para su sensibilidad musical sus cortas estadías en España y Nueva York en donde fue inspirado profundamente por la música española y flamenca, especialmente del cante jondo, la zarzuela y la tauromaquia, así como del jazz y la música de Gershwin de la capital de los Estados Unidos.
Sus años de joven en Cartagena, en la casa de Mejía, su cercanía musical y espiritual, y el entorno artístico que allí vivía labraron en él una forma de ser prudente y contenida, pero al mismo tiempo una bien temperada chispa de humor y un espíritu enamorado y bohemio. Sus primeras composiciones datan precisamente de esa época y consistían en boleros, pasillos, bambucos, cumbias y porros de los cuales no se hallan copias conocidas, sólo algunas referencias fragmentarias entre amigos y familiares.
De Cartagena, luego de algunos interregnos en Sincé, en los que animado por el mito del centauro criollo Manuelito Rodríguez, integró brevemente la nómina de los garrocheros de su plaza, pasó a vivir en Barranquilla en donde fue alumno del maestro Pedro Biava y en donde fortaleció sus conocimientos técnicos musicales y amplió sus contactos con la música clásica de la que se hizo amante incondicional, hasta el punto de llegar a ser durante cincuenta años, y hasta el último día de su vida, uno de los más reverentes y asiduos oyentes de los tres conciertos diarios de la Radiodifusora Nacional Colombiana, estuviera donde estuviere, lo que le permitió manejar y cultivar extraordinarios niveles de información y conocimiento acerca de la gran música culta al tiempo que amaba, disfrutaba y componía los aires autóctonos de nuestra cultura musical.
Contrajo matrimonio con Antonia Diazgranados Martínez con quien tuvo siete hijos antes del fallecimiento de ella en 1963. Contrajo nuevas nupcias con Roxana Gómez Navarro en 1968 con quien tuvo dos hijos, y con la nueva familia fue a radicarse en Barranquilla en donde trabajó como primer bombardino de la Banda Departamental de la Base Naval ARC Barranquilla, hasta el inicio de 1970, año en el que regresó con su familia a Sincé esta vez de forma definitiva hasta su fallecimiento en mayo de 1995 luego de una dolencia cardiaca.
Durante sus años en Barranquilla y los días definitivos en Sincé estuvo siempre cercano a la música, componiendo, arreglando, escuchando, orientando a jóvenes músicos, actividades a las que se dedicó con gran interés en sus últimos años en los que estuvo ligado a diferentes aspectos de la vida cultural de Sincé, reorganizando en diferentes momentos su banda popular 8 de septiembre, trabajando en diferentes instancias de la organización de las fiestas patronales, paganas y religiosas, dirigiendo un coro de voces mixtas, colaborando activa y desinteresadamente en todo lo que estuviera a su alcance y ejerciendo un modesto magisterio musical entre jóvenes amigos de Sincé.
Gran amigo del maestro Pello Torres, a él entregó a mediados de la década del 60 su memorable porro Soy Sinceano, mismo que fuera grabado por el gran trompetista de Barranca Nueva Bolívar y su gran Orquesta Los Diablos del Ritmo, convirtiéndose desde entonces en tema emblemático del gran repertorio de la música costeña, y enseña musical de Sincé que lo considera como su verdadero himno. Y, precisamente, a mediados de los años 70s, se dio a la tarea de componer y arreglar el himno institucional de Sincé y a ello dedicó largas horas de trabajo durante varios meses, hasta lograr redondear una propuesta que fue acogida por las autoridades del pueblo y ungida por el respeto y el gusto popular. Este himno aún está a la espera de un registro sonoro digno a cargo de una banda sinfónica que permita apreciar las bondades de su concepción y arreglos.
En la primera mitad de los años 90s la Alcaldía de Sincé acogió la idea de editar un disco que reuniera doce temas interpretados y grabados por la Banda Juvenil de Chochó bajo la dirección del trompetista Armando Contreras, en el que se reunían seis temas suyos y seis más de su gran amigo y extraordinario compositor sinceano, Leonardo Gamarra.
Sus últimos días los consagró a la preparación y organización del primer homenaje Nacional al maestro Adolfo Mejía, una de las más grandes personalidades musicales colombianas de todos los tiempos, labor que fue felizmente llevada a cabo de gran manera poco después de su muerte con la presencia de la Orquesta Filarmónica de Barranquilla, la Banda de la Base Naval de Cartagena y el Coro de la Universidad de Cartagena, colectivos que interpretaron por primera vez en Sincé y en el país lo más importante de la música sinfónica, la música para banda y la música coral del maestro Mejía.
Su legado musical documentado lo compone un manojo muy selecto de porros, fandangos, boleros, cumbias, himnos, danzones, pasillos y bambucos que esperan la oportunidad de ser difundidos para hacer justicia a su talento y personalidad creativa. Algunos de sus títulos, conocidos e inéditos, son los siguientes: Triste y amarga (vals), Soy sinceano (porro), Himno de Sincé (himno), Cumbia sinceana (cumbia), Luis y Julio (danzón), La pita y el trompo (fandango), Manuel Vejiga (porro), El cacho zurdo (porro), El resbalón (porro), Camilo José (bambuco), Andrés Fernando (paseo), entre otros. También dejó algunas páginas de música religiosa, aspecto que testimonia su adhesión a la comunidad carismática y su giro espiritual de los últimos años, así como algunas piezas poéticas también de corte religioso y folclórico.