A través de la historia, la humanidad ha soportado diversas pandemias con terribles consecuencias, como la peste bubónica en el siglo XIV, la viruela en el siglo XVIII y más recientemente el VIH. En el siglo XXI la ‘pandemia’ que nos golpea es, sin duda, la migración.
Migraciones como la de africanos hacia Europa, centroamericanos hacia Estados Unidos y la de los venezolanos son calificadas como los más importantes éxodos del presente siglo. Es por ello que 164 países, incluido Colombia, suscribieron en diciembre el Pacto Mundial para la Migración Ordenada, Segura y Regular, en Marruecos, con el liderazgo de la ONU. Esta iniciativa de carácter global es sumamente fundamental y pertinente en esta época de constantes movilizaciones voluntarias y forzadas con el mismo objetivo: alcanzar una vida con más bienestar.
La falta de educación, oportunidades laborales, la pobreza extrema, las relaciones sentimentales, la inseguridad y persecuciones ideológicas, políticas y religiosas, son algunos de los factores que motivan a las personas a migrar.
Es preciso que este fenómeno sea asumido como un problema universal que motive a los países a hacer aportes y brindar cooperación para las poblaciones migrantes. Para la ONU, este pacto es una especie de hoja de ruta para prevenir el sufrimiento, la explotación humana, la agresión sexual y el caos, e igualmente un marco para la cooperación internacional arraigado en un proceso intergubernamental de negociación de buena fe.
De acuerdo con este organismo, en el mundo hay 258 millones de migrantes, de los cuales 50 millones son niños y 124.8 millones son mujeres. La problemática es aún más grave al contabilizarse más de 60.000 migrantes que perdieron la vida desde el 2000 como consecuencia de los desplazamientos.
No todo es negativo, los migrantes son fuente de productividad al promover espacios y procesos económicos propositivos que coadyuvan en el desarrollo económico de los países receptores y de sus sitios de origen. En 2017, los migrantes enviaron 450 mil millones de dólares en remesas a países en desarrollo; el 85% de sus salarios los gastan en los países de acogida.
Si bien algunos países se apartaron del pacto, como Estados Unidos, Chile y República Dominicana, el gobierno colombiano lo ve como un esquema de cooperación necesario para hacer frente a la problemática social y humana derivada de estas migraciones, en particular el éxodo venezolano que ya supera los tres millones de migrantes.
Ante la magnitud del problema es importante el apoyo y esfuerzo solidario de los países del orbe para procurar salud y bienestar a quienes han tenido que dejar forzosamente su tierra, a sus hijos, padres y su familia. Es imperativo respetarlos y hacer respetar sus derechos fundamentales en el marco de los convenios internacionales que salvaguardan la dignidad humana, independientemente de las reglas migratorias que, soberanamente, cada nación está en su derecho de definir y aplicar.