Crónica del Jurista Gabriel Edgardo Valle Espinosa

Un día como hoy, el día primero de Bifronte Jano (1.533) (cita de Porras Troconis), un Madrileño de gran alzada, fundó a la ciudad de Cartagena, Don Pedro de Heredia. Cuenta la historia que por donde entraron, en el Parque de Bolívar hallaron un indio solitario llamado Cochise. Desde alli., Don Juan de la Cosa, cartógrafo de la reina Isabel, empezó a trazar lo que más tarde se convertirían en las calles y rincones de la heroica.Al frente, el palacio de la Inquisición, testigo perenne de una época nefasta de Cartagena entre otras anotaciónes por los juicios oscurantista ocurridos dentro de sus aposentos, aún debe conservar dos balas de cañón de fragatas, que la Familia Valle Espinosa le donara, encontradas a dos metros de profundidad que ayude a extraer en la sala principal contigua al zaguán de la que fue su casa familiar por muchos años ubicada en la calle Segunda de Badillo número 36-151 y teléfono 11.770, después 41-770 al modernizarse la ciudad.Mi San Diego del alma. Mi Centro Histórico.

Las María Mulatas que inmortalizara Obregón, los durmientes almendros, los planazos del machete de Sixto el carbonero en su crujiente carrera anunciando con voz de tenor el carbón con el que la Vieja Escola, Madre mía, hacia el mejor tinto de la humanidad.El Compae Hube y su suero, los muchachos de Fernán Caballero, la calle de la Universidad y los laboratorios Roman con sus aromas, de esencia de Kola y Curarina, Benito el eterno candidato a la Alcaldía de Cartagena y sus proyectos de tender un puente desde el Cabrero hasta San Andrés y un abanico gigante en La Popa para refrescar a la ciudad.Sus locos con identidad propia que se esfumaron con el modernismo que arrasó a mi Cartagena Parroquial. Arturo el loco que se creía hijo de Neptuno. La Carioca, una mona pecosa robusta que blandía una rula de corsario para cobrar deudas bizantinas a los morosos escurridizos. Hollín Bond, Oney diez chivos, Inca quién me enseñó mis primeras lecciones de honestidad cuando al toparme con el camino a la tienda de la esquina con una mi moneda en mi mano, me dijo yo no robo yo pido. Pepeye y su saco azul marino que le hacía honores al alcahuete mar Caribe con medio periódicos asomado en el bolsillo derecho de su peculiar vestimenta.Las fiestas novembrinas y sus capuchones de Melismas. Las batallas campales de buscapies frente a la torreta del Reloj.

Miles de arrebatos juveniles en cada brinco cardíaco con una sanidad cristiana ajena a los avatares de las exigencias modernas.Mis andanzas con mi eterno hermano de corazón Agusto Tinoco Garcés.

El templo de San Agustín y mis profesores, la Sargento Mayor. La plaza del Reloj, las uvitas de playa al final de Cartagena derramada sobre las arenas del Laguito, los cocoteros de la San Martín y los helados de vainilla de los turcos, saboreado sin límites con mi cara aún húmeda por los pringos de yodo y sal arrojados por la mareta engreída del coloso Caribeño.Tantas querencia interminables, en una sucesión eterna de minutos como dijera el Poeta brillante de Sincelejo (Cristo García Tapia). Hacen de mi vida un reconocimiento Eterno a mi ciudad del alma. Feliz cumpleaños mi dulce y rancia Cartagena y un homenaje Sincero a una pareja de enamorados provenientes de San Estanislao de Kosca y la tierra de la Virgen del Socorro que hicieron posible esta necedad de un hombre entrado en años ligado umbilicalmente a la ciudad heroica. FELIZ CUMPLEAÑOS CARTAGENA.