Por José David Name
Planeación Nacional, a través de su Director Simón Gaviria, advirtió la dolorosa situación que vivirá el país en 21 departamentos y la capital Bogotá si se desata el fenómeno de La Niña en el último trimestre de 2016.
Para colmo de males, la Costa Caribe sería una de las regiones más perjudicadas seguida por la de Centro Oriente y el Eje Cafetero. Alarma el pronóstico porque el 28 por ciento de la población colombiana se localiza en áreas inundables y el 29 por ciento en zonas de amenaza alta y muy alta por deslizamientos. Estamos hablando de más de 20 millones de personas que de una u otra forma se van a afectar, comprometiendo incluso su vida.
El 12 por ciento del territorio nacional es susceptible de inundaciones, principalmente en los departamentos de Atlántico, Cesar, Córdoba, Magdalena, Cauca, Meta, Antioquia, Cundinamarca y Valle del Cauca. El 48 por ciento de la población que podría ser víctima de inundaciones, tiene una condición crítica de vulnerabilidad por necesidades básicas insatisfechas.
El informe de Planeación Nacional confirma que “en un posible escenario de La Niña de carácter fuerte y basado en el ocurrido entre 2010-2011, o ante la temporada de lluvias que tendrá lugar entre septiembre y diciembre que será más fuerte de lo normal, se pueden ver afectados con mayor intensidad los siguientes departamentos:
– Siete del Caribe: La Guajira, Magdalena, Atlántico, Sucre, Bolívar, Cesar, Córdoba; – Cuatro de Centro Oriente: Norte de Santander, Santander, Boyacá y Cundinamarca; – Cuatro del Eje Cafetero y Antioquia: Caldas, Quindío, Risaralda y Antioquia; – Tres del Pacífico: Nariño, Cauca y Valle del Cauca; – Tres de Centro-Sur-Amazonía: Tolima, Huila, Putumayo; – Y Bogotá”.
Recordemos que la pasada Niña entre el 2010 y el 2011 le provocó pérdidas al país por 11.2 billones de pesos, el equivalente a 2 por ciento del Producto Interno Bruto, PIB, del país. Uno de los acontecimientos más graves fue la inundación del Sur del Atlántico, de cuyo desastre aún no nos reponemos.
La explicación de los técnicos es que en Colombia, el enfriamiento de la temperatura del Océano Pacífico genera la formación de La Niña que se manifiesta en excesos de lluvia en la mayor parte del país y causa, en consecuencia, un incremento en las inundaciones, avenidas torrenciales, movimientos en masa, entre otros problemas del entorno medioambiental. Es de carácter cíclico, entre 2 a 7 años ocurre cada vez el fenómeno.
Nos preocupan varios aspectos. Uno de ellos es el que resalta Planeación cuando revela que de una muestra en 365 municipios revisados en 2015, solo el 22 por ciento incorporó la gestión del riesgo de desastres en su ordenamiento territorial. Sin lugar a dudas, algo muy grave para la gente que allí habita.
El otro se relaciona con el Rio Magdalena, cuyo proceso de recuperación de navegabilidad ha sufrido todos los tropiezos imaginables por cuenta del no cierre financiero del proyecto a cargo del consorcio constructor compuesto por Odebrecht del Brasil y Valorcon Colombia. Frente a la anunciada Niña, nada podría ser más inconveniente que un Rio Magdalena con salvación incompleta y a la deriva.
En mi opinión, toda la ribera está expuesta a La Niña así en algunos municipios se hayan realizado algunos trabajos de contención porque las avenidas fluviales en momentos de fuerte invierno son impredecibles. Desafortunadamente el control sobre lo que puede ocurrir ha sido precario, incluso el de carácter político en el Congreso por cuenta de la avalancha de temas que descansa sobre el legislativo. Pero en mi caso personal he estado reclamando acciones específicas respecto del Rio Magdalena y lo seguiré haciendo ahora con mayor razón.
El retraso de las obras de prevención y de reforzamiento en el Canal del Dique mantiene en zozobra a los pobladores del Sur del Atlántico y parte de Bolívar, porque otro embate de las aguas sería mortal cuando aún no se ha superado el trágico balance de La Niña pasada.
Sería oportuno y conveniente que Planeación Nacional le diera capítulo aparte a lo que podría pasar con el Rio Magdalena en tiempos de La Niña, a ver de qué manera tendríamos que correr o cómo tendríamos que prevenir dentro de lo que se puede con el escaso tiempo que tenemos, un desastre que sería incuantificable social y económicamente hablando.
Con una economía en cuidados intensivos, afectada aún más por el bajo puntaje de las calificadoras de riesgo; el endeudamiento disparado, la inflación por las nubes, y otros factores negativos agudizados, Colombia no puede darse el lujo de terminar arrasada por La Niña. Sería un golpe bajo a la paz en la era del posconflicto.
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