¿Puede un país producir más petróleo del que puede vender y, a la vez, sufrir escasez de gasolina? Desde que EEUU anunció que dejaría de comprar petróleo a Venezuela mientras el Gobierno de facto de Nicolás Maduro siguiera controlando a la petrolera estatal PDVSA, el país se encuentra en una situación delirante: no sabe qué hacer con casi el 50% de su producción diaria y, a la vez, teme quedarse sin gasolina en cuestión de días.

Uno de los argumentos más escuchados en las últimas semanas es que EEUU está impulsando la crisis política que vive Venezuela para “hacerse con su petróleo”. La realidad, sin embargo, es exactamente la contraria: es el país caribeño, presidente de turno de la OPEP, el que necesita desesperadamente que su vecino del norte compre su crudo para obtener divisas.

De los 1,17 millones de barriles que producen al día -datos de enero, según Reuters-, más de medio millón van a parar a EEUU -560.000 en noviembre pasado, según la Administración de Información de la Energía-. De ahí llegan casi todos los ingresos de divisas, porque el resto se va gratis.

A China y Rusia les envía unos 450.000 barriles, casi todo el resto, sin cobrar nada a cambio, sino como pago en especie de deudas contraídas con ambos países. En concreto, de Rusia ha recibido préstamos por unos 2.500 millones de dólares, y a China le debe unos 13.000 millones, según el Council on Foreign Relations. E incluso estos dos países están molestos: originalmente había prometido enviarles el doble de crudo diario -600.000 barriles a China y 300.000 a Rusia-, según el diario venezolano El Nacional. En octubre pasado, Maduro prometió aumentar los envíos “a un millón de barriles diarios” a China, algo que se antoja imposible ante el desplome imparable del bombeo que vive el país.

Por su parte, Cuba recibe unos 49.000 barriles de petróleo gratis al día, según estimaciones de Reuters en octubre pasado. A cambio, Maduro recibe apoyo en el sector médico, con unos 140.000 doctores cubanos, y la colaboración de sus servicios de inteligencia, centrados en detener complots internos en el Ejército contra el presidente de facto.

El mayor problema de Maduro es que no puede permitirse destinar toda su producción a pagar las deudas con sus aliados: el 90% de sus divisas entran por la venta de petróleo, y sin ellas, sus importaciones se desplomarían, agravando la escasez que sufre. Y, por desgracia para ellos, el petróleo venezolano es demasiado pesado, “con mucho azufre y residuos metálicos, que solo pueden comprar refinerías dotadas de procesos de conversión profunda”, según el exdirectivo de PDVSA José Toro Hardy. Y la mayoría de esas plantas están en EEUU.

No solo eso, sino que las mismas plantas que existen en Venezuela no pueden refinar ese crudo sin ayuda de disolventes procedentes de su filial en EEUU, Citgo. Sin ellos, S&P Global Platts estimó en un informe que la producción venezolana se reduciría a unos 800.000 barriles diarios, un 30% menos que actualmente y unos mínimos históricos.

No hay gasolina
Otra de las consecuencias de la dificultad para refinarlo es que el país con las mayores reservas de petróleo del mundo estaba importando 106.000 barriles al día desde EEUU para su uso en gasolina, una quinta parte de lo que enviaba en sentido contrario. El coste total se acerca a unos 2.500 millones de dólares al año, para obtener un combustible que luego PDVSA regala a los conductores.

Pero lo más grave es que, con las sanciones, Maduro no tendrá de dónde obtener gasolina: EEUU no se la venderá y, sin las divisas por venderles petróleo, tampoco tendrá dinero para comprarla a otros. Y según el experto en petróleo Rafael Quiroz, en declaraciones al medio venezolano El Estímulo, PDVSA solo tendría reservas de gasolina ya elaborada “para 10 a 12 días”.

Por supuesto, la cadena de catástrofes podría ir más allá: las centrales térmicas que producen electricidad para el país funcionan con combustibles derivados del petróleo. Sin ellos, el país entero puede entrar en un apagón permanente, reducido a las pocas fuentes de energía renovables que existen en el país.

En los últimos años, la paradoja más grande del chavismo ha sido que un régimen orgullosamente ‘anti-yanqui’ sobreviviera gracias a venderle petróleo a su enemigo mortal. Ahora, Maduro puede acabar recordando con nostalgia los años en los que EE.UU le quería al menos por su petróleo.

Vía El Economista- Víctor Ventura