Por Jose Antonio Maroso Vélez
Para Colombia existen grandes retos en el campo del desarrollo agropecuario. Somos un país de tradición agrícola y ganadera, que tiene la capacidad de convertirse en un centro de suministro de alimentos a nivel mundial, pero que aún carece de la estructura productiva adecuada para ser altamente competitivo en el mercado internacional.
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y Agricultura, en el informe: “2050: un tercio más de bocas qué alimentar”, estima que para el año 2050 será necesario aumentar la producción de alimentos en un 70%, lo cual representa un reto que requiere inversiones previstas en materia agropecuaria, así como “inversiones de peso para mejorar el acceso a los alimentos”. En este mismo sentido, las estimaciones de la ONU indican que, para ese año, la población mundial aumentará un tercio de la actual y se ubicará en 9.100 millones de personas, donde los mayores incrementos se darán en los países en vía de desarrollo
Para los analistas, con el aumento demográfico se presentará de manera proporcional un aumento de los ingresos, así como un aumento en la demanda de alimentos. La producción de cereales deberá incrementarse en casi 1.000 millones de toneladas y la producción de carne deberá aumentar en más de 200 millones de toneladas, para alcanzar 450 millones en 2050.
En ese escenario de proyecciones internacionales, Colombia es uno de los países que deberá tomar protagonismo como despensa alimentaria del mundo. Sin embargo, de no ejecutar las inversiones necesarias, que permitan contar con un sistema productivo altamente competitivo y capaz de satisfacer la demanda exigida por el mercado, perderemos una gran oportunidad de crecimiento económico y nuestro puesto será ocupado por otros que vienen detrás.
En la actualidad, la competencia internacional que vienen mostrando los países emergentes y la suscripción de tratados de libre comercio representan un reto para el sistema agropecuario de Colombia. Cada vez más, nuestro mercado interno viene siendo permeado por productos provenientes de otros países, los cuales, a pesar de también ser producidos en el nuestro, los extranjeros cuentan con mejores precios para el consumidor, debido a su tecnificación y bajos costos de producción.
Colombia no puede ir contra la corriente del mercado internacional, así que los tratados de libre comercio difícilmente se acabarán. Lo que debemos hacer es adaptarnos a ellos, mediante la construcción de un sistema de producción agropecuaria dotado de la infraestructura necesaria, para que nuestros productos puedan ser competitivos en términos de calidad, cantidad y precio.
De igual forma, debemos acoplarnos con las proyecciones presentes y futuras sobre la actividad agrícola y ganadera en el mundo. El aumento de la producción alimentaria ya no puede seguir siendo una amenaza para los ecosistemas, sino que, ahora, la labor agropecuaria está avanzando hacia procesos de producción y transformación sostenibles con el medio ambiente, que sean compatibles con el clima y con las bajas emisiones de carbono. En este mismo sentido, el sistema legal en Colombia debe impulsar a los productores agropecuarios hacia una consciencia de responsabilidad ambiental, al exigir la destinación de espacios en sus terrenos para la conservación de especies nativas.
He tenido la oportunidad de sostener reuniones con representantes del sector agrícola y ganadero, en las que he logrado identificar algunos factores que necesitan del impulso estatal para poder llevar al comercio agropecuario a niveles competitivos en el marco internacional. Entre estos puntos, es posible destacar: (i) ofrecer seguridad contra los grupos al margen de la ley, que es la mayor queja de todos; (ii) mejorar la red de vías terciarias del país; (iii) gestionar una mayor participación y acompañamiento de las universidades, para que ellas puedan ofrecer a los ganaderos y agricultores, avances en el mejoramiento genético de las especies animales y vegetales; (iii) presencia del Estado en la mayoría de los sectores agropecuarios, los cuales, a excepción del café, carecen de un sistema de seguros contra los eventos fortuitos que acaban con la producción.