Por  Carlos Villota Santacruz*

Este 6 de septiembre Colombia se convertirá en epicentro de la Religión Católica, gracias a la presencia del papa Francisco en la ciudad de Bogotá. La hora señalada: 4 y 30 de la tarde. El anfitrión será el presidente Juan Manuel Santos, premio Nobel de Paz 2016,cuyo Gobierno se encuentra en la último año de administración en medio de una alta polarización, sonados casos de corrupción que involucran a las altas cortes de la justicia, al Congreso y con el reto de darle viabilidad al posconflicto, teniendo como actor político a la guerrilla de las Farc, bajo cuyo escenario, se sintió la intermediación del Obispo de Roma.

Se estima que más de dos millones de personas acompañarán los oficios religiosos del primer papa latino en la capital colombiana, Villavicencio, Medellín y Cartagena. Los ciudadanos, aquellos que están lejos del sector empresarial, político, cultural e incluso deportivo, guardan la esperanza que la historia del país –en la segunda década del siglo XXI- sea  un antes y después. Donde los 4 días de reflexión en la fe, se eleven como un meditar colectivo y de penitencia, se edifique la reconciliación y se escuche el mea culpa, de quienes hacen de sus investiduras en la administración pública y de la rama judicial, un puente para llenarse los bolsillos y violar la ley.

La presencia, la voz, las homilías y discursos que dará el papa Francisco ante los ojos de Colombia y del mundo, con seguridad se levantarán como un referente histórico, con mensaje comunicacional, con capacidad de trasformar corazones. Una especie de inspiración religiosa para quienes hoy, desean postular sus nombres a las elecciones del 2018, que definirá la nueva composición del Congreso y el sucesor del Jefe de Estado, que tiene la responsabilidad de apagar la alta deuda social en un país con 48 millones de habitantes y un número indeterminado de inmigrantes, entre ellos 1 millón de venezolanos.

En otras palabras, esa una oportunidad para mirar al futuro, corrigiendo los errores del pasado. Un examen de autoconciencia desde el rol de los niños, mujeres y hombres en una sociedad que padece en sus cimientos la cicatrices de la violencia. Prueba de ello, más de 7 millones de víctimas. La mayoría de ellos huérfanos, viudas y en condiciones de inestabilidad laboral. Es decir, en la informalidad.

Quizás cuando el papa Francisco parta de Cartagena a Roma, su mensaje alcance a los cuatro puntos cardinales de un país con una alta riqueza humana y ambiental. Que la fe se trasforme en acciones proactivas de respeto a la vida. Que la tensión y la polarización se guarden en el registro de los medios de comunicación y las gacetas de la rama legislativa. Que el debate sea con propuestas, con ideas y con argumentación. Que el Estado se acerque a las regiones. Que la honestidad y la transparencia sea la hoja de ruta del sector público y privado. Un valor ético, que puede convertirse en luz, tan solo si se dispone el corazón y el ser a las palabras del papa Francisco. Sólo así será posible, alimentar la investigación académica del libro “Gobierne bien y hágalo saber”, del cual soy coautor con Andrès Lizarralde Henao. Una obra literaria en segunda edición.

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* Internacionalista, Comunicador Social y Periodista, experto en marketing político y marketing de ciudad. Coautor del libro “Gobierne bien y hágalo saber”

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