Por Carlos Villota Santacruz

Internacionalista, Comunicador Social y Periodista, experto en marketing político y marketing de ciudad

A pocas semanas que el Gobierno del presidente Juan Manuel Santos y las Farc, firmen el Acuerdo Final de La Habana, que abrirá la puerta al plebiscito –mecanismo de participación ciudadana-, la posibilidad que Colombia cierre el capítulo de 5 décadas de violencia para darle la bienvenida a la paz, la nueva relación entre el Estado y los 32 departamentos del país, tendrá el protagonismo de la mujer.

Para este grupo poblacional que alcanza un  57 por ciento –blancas, mestizas, afros e indígenas, el origen de la “guerra” en la que se ha visto sumergido la tierra del Nobel Gabriel  García Márquez, fue fruto de la inequidad social en regiones como Nariño, Cauca, Tolima, Bolívar y Putumayo.

En opinión de  miles de mujeres llamadas de Claudias, Sandras, Marías,, Lilianas y Nancys, en la segunda década del siglo XXI, la paz debe elevarse a un derecho fundamental. “La razón, es un bien esencial para la persona humana”, indica, tras insistir que hoy más que nunca la paz debe ser fruto de la aplicación de la justicia. “La paz también es una condición para que haya justicia. Cristalizar el derecho a la paz es cristalizar todos los derechos. Cristalizar todos los otros derechos el cristalizar por el derecho a la paz”, subrayan

Lo cierto, es que su voz que tiene autoridad, en medio del dolor y las lágrimas de años- deje en evidencia los miles de muertos, desaparecidos, huérfanos, personas heridas. Que dejó los actos terroristas, las tomas a poblaciones, que quedaron plasmados en su memoria y el corazón. Que las hace unas “heroínas en silencio” de una guerra que parece a llegar a su fin, que pero a su vez abre la puerta al posconflicto .cuyos 12 primeros meses serán muy complejos-en palabras del Gobierno, la academia, los gremios y los ciudadanos.

Por ejemplo, para Eugenia Lemos del municipio de Barbacoas –municipio que cumplirá 400 años de fundación- la paz debe animar a Colombia como estado, a una nueva antropología de de los derechos humanos, que le de visibilidad a sus derechos y su destino, con una hoja de ruta personal y colectiva.

Más adelante, Norma Murillo, desde el municipio e Puerto Asís en el departamento del Putumayo, está convencida, que “si el país vota positivamente el plebiscito, es una clara muestra que está comprometido con defender la vida”.

Ella –quién perdió a su padre, a su esposo y sus dos hijos en una toma guerrillera, hace poco más de 7 años, considera que lo que viene para Colombia es bueno, pero no será una tarea sencilla. “Será el  Estado el que deberá superar las causas que motivaron la violencia. “También se debe enfrentar institucionalmente la corrupción y la impunidad para proteger la democracia, con el propósito de devolver a la nación su norte desde el territorio”. Añade.

Si se analiza desde la academia, la paz es un derecho de tercera generación, que posee un deber correlativo y solo se garantiza con el ordenamiento orgánico del estado puesto al servicio del bien común y con la vigencia cabal de los derechos de primera y segunda generación.

Justamente, el presidente Juan Manuel Santos .entró en la recta final de su segundo mandato- al cumplir el 2 año este 7 de agosto, con la bandera de la paz, con un alto costo político e impopularidad en algunos sectores, pero también con el reconocimiento internacional, como la Organización de las Naciones Unidas y grupo de países amigos como Noruega, Suiza, Estados Unidos, Chile y México entre otros.

El mandatario –ha planteado en público y privado- que la firma de la paz no es del Jefe del estado, de un partido político o de alguien en particular sino de todos los colombianos, con especial atención en la mujer, a quién ha rendido un homenaje por su valentía, por sustentar la democracia, por su defensa a la vida y por la manera heroica como enfrentó tantos años de violencia.

Lo que viene para este país, ubicado en la esquena de Suramérica, es la construcción de justicia social, educación uso del tiempo libre, salud y vivienda, es tener la capacidad de gestar –con el conceso político y comunicativo- un nuevo modelo de desarrollo industrial y agrario, que bajo el concepto académico se traduce en desarrollo sostenible, que tenga como epicentro a la mujer.

Así las cosas, la paz la paz –su puesta en marcha desde Ipiales hasta San Andrés y Providencia- demandará la activa participación de la mujer, acompañada por el hombre, en la deliberación, decisión y realización de su propio destino.

Para la ex Ministra de Cultura Paula Marcela Moreno –mujer afrocolombiana- “la paz integral es un proceso permanente, largo y difícil. Un proceso que debe iniciarse cuanto antes y que debe responder al momento que vive el país”.

En ese orden de ideas en lo que le queda de administración al presidente Juan Manuel Santos, será fundamental diseñar una política cultural que facilite la construcción de un pensamiento socialmente elaborado y compartido, que imprima a lo económico, a lo político, a lo social y a lo religioso mismo, una coherencia entre el desarrollo y la justicia social y la ética.

la mujer y la paz en colombia (1)En este camino –con la mirada de la opinión pública nacional e internacional- tomará más fuerza con el paso del tiempo la cultura de la vida, un ejercicio educativo pedagógico de la paz desde la óptica de los derechos humanos, que además alimentará el puente entre Bogotá y las regiones alrededor de una justicia social que se hace inaplazable y necesaria.

Bajo este marco, se abrirá paso la paz. Un sueño apasionante desde el mandatario de la nación, hasta el más anónimo de los colombianos. En el caso que nos ocupa, la mujer con la fuerza de su esencia, el poder la palabra y su disposición a hacer respetar la vida, como fuente suprema de una sociedad que se trasformará en sus cuatro puntos cardinales.

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