Gareth Bale cuelga las botas. En un contexto deportivo global en el que muchas estrellas mundiales todavía pulverizan registros ampliamente superada la treintena, el galés, jugador diferente en tantos aspectos, deja el fútbol a los 33 años. El zurdo opta por el dorado retiro después de disputar el Mundial de Catar con su querida selección de Gales y vivir una última experiencia profesional en Los Angeles FC, de la MLS estadounidense, acomodo tras su decepcionante segunda etapa en el Real Madrid. «Tras una cuidadosa y meditada reflexión, anuncio mi inmediata retirada del fútbol. Me siento increíblemente afortunado de haber realizado mi sueño de dedicarme al deporte que amo. Me ha dado algunos de los mejores momentos de mi vida», comienza el comunicado que el Expreso de Cardiff difundió ayer en las redes sociales.

Un vistazo global al conjunto de su carrera arroja a vuelapluma un palmarés de leyenda, jalonado por hasta cinco Ligas de Campeones de blanco, pero también la sensación a modo de epílogo de que el galés pudo haber dejado incluso una huella más profunda en el fútbol si la ausencia de lesiones y una mayor constancia le hubieran acompañado.

Y es que la historia de Bale (Cardiff, 1989) es la de un elegido. Desde la adolescencia destacó por un físico ideal para el deporte —practicó el rugby y el atletismo en sus modalidades de velocidad antes de dedicarse en exclusiva al fútbol— y el cañón de su pierna izquierda.

Semejantes cualidades pronto llamaron la atención de los ojeadores del Southampton, con el que debutó en Championship en abril del 2006, siendo un adolescente de 16 años. Una temporada en la segunda categoría del fútbol inglés —2006-07— le sobró a Bale para acreditar con cinco goles y hasta once asistencias su salto al primer nivel de la mano del Tottenham.

Los Spurs desembolsaron casi diez millones de libras por un jugador que deslumbró en el norte de Londres y se convirtió en objeto de deseo entre los grandes clubes del Viejo Continente. Inolvidable aquel hat-trick en la Champions 2010-11 ante el Inter de Milán, que fue una exhibición de un futbolista absolutamente imparable por el carril zurdo, donde fue evolucionando desde la condición de lateral hasta las posiciones más ofensivas del juego.

El Real Madrid, que en el 2013 acumulaba más de una década de sequía en su adorada Champions, echó el resto por su incorporación con más de cien millones de euros de traspaso y un contrato de seis temporadas a razón de unos diez millones de salario neto por cada una de ellas.

De blanco Bale firmó un primer lustro de gran recuerdo. Casi 90 goles como madridista, cuatro Ligas de Campeones y momentos inolvidables en sus finales: el gol de cabeza en la prórroga de la final de Lisboa en el 2014, el penalti convertido en la decisiva tanda de Milán en el 2016 y especialmente el doblete de Kiev en el 2018, con una chilena que forma parte del recuerdo colectivo y es uno de los mejores tantos en la historia de la Copa de Europa.

Cielo y declive

Tocó el cielo en la capital de Ucrania y Florentino Pérez dejó en sus manos la condición de bandera del proyecto blanco tras el destemplado adiós de Cristiano Ronaldo. Entonces, súbitamente, y sin que nadie supiese por qué, su estrella se apagó. Ya nada fue lo mismo después de Kiev. Dos temporadas decepcionantes, de poco a menos, una infructuosa cesión al Tottenham y la última campaña como madridista, la 2021-22, que le sirvió para engrosar su brillante palmarés pero también para desesperar a la parroquia de Chamartín por sus constantes desplantes, lesiones inexplicables, nula adaptación al entorno y un notable desinterés por el fútbol, el deporte que le había encumbrado.

La selección de Gales y el golf pasaron a un primer plano, tal y como reflejaba aquella histórica pancarta —’Gales, golf, Madrid, en ese orden’— con la que Bale y sus compatriotas celebraron en noviembre del 2019 la clasificación para la Eurocopa 2020. Lo cierto es que los dragones rojos han sumado tres fases finales —Mundial de Qatar 2022 y las Eurocopas del 2016 y el 2021— de la mano del futbolista con más partidos (111) y más goles (40) en la historia del país.

El Mundial era la última parada y el Expreso de Cardiff lo tenía claro desde que abandonó el Madrid, una vez acabado su contrato, y firmó por Los Angeles FC. Lo del periplo californiano era un puente hacia esa cita mundialista pero sirvió a Bale para añadir otro trofeo a su excelsa vitrina y dejar su firma personal con alguna lesión, escasa continuidad pero un valioso gol en la final de la MLS. Venir, ver y vencer en las Américas antes de un gris adiós al fútbol, pues Gales sumó en Catar apenas un empate contra Estados Unidos y estuvo lejos de competir frente a Irán e Inglaterra. El epílogo a una carrera cargada de claroscuros, propia de un futbolista diferente.

Reuters