Por Ever Mejia |Laura Ardila Arrieta· 11 DE JUNIO DE 2020

Junio ha sido un día de lluvia y cielo cubierto en Barranquilla y el Atlántico, literalmente, pero también en lo que respecta a la pandemia del coronavirus.

Desde que arrancó el mes, los números de contagiados y muertos se empezaron a disparar y a generar la sensación de que la crisis se está saliendo de control: por varios días de esta semana, los fallecidos registrados en el departamento y su capital han llegado a sumar casi la mitad del total de los muertos reportados en todo el país.

En 10 días, de las 501 víctimas fatales totales a nivel nacional, 190, es decir, el 38 por ciento son de allí. 

Eso, con una población total de apenas 2,5 millones de habitantes, casi cinco millones menos que Bogotá y cuatro millones por debajo de Antioquia. 

En cuanto a los casos, por ejemplo y como destacó hace cuatro días el periodista Pascual Gaviria, quien viene haciéndole seguimiento diario a la evolución de la pandemia, el convulsionado municipio de Soledad, que pertenece al área metropolitana de Barranquilla, con casi 700 mil residentes cuenta más contagiados confirmados por Covid (2.135) que todo el territorio antioqueño (1.704) y registra cuatro veces más muertos.

La curva venía empinándose rápido desde el mes pasado, tanto que el  28 de mayo la Procuraduría General solicitó al Ministerio de Salud medidas urgentes para Barranquilla y el Atlántico debido a que en 15 días se duplicaron los positivos de coronavirus y la ocupación en Unidades de Cuidado Intensivo UCI estaba en ese momento en un 90 por ciento, según el ente de control.

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Las autoridades locales: el alcalde Jaime Pumarejo y la gobernadora Elsa Noguera, ambos del poderoso clan Char que domina políticamente el departamento, han querido reducir la explicación de lo que sucede a un asunto de “indisciplina social” y a la falta de autocuidado de la gente.

“Para la cerveza, no me preguntes de dónde, pero ahí sale la platica”, dijo Noguera este martes en la emisora Blu. “Depende de nosotros si nos cuidamos o no. Ya tendremos tiempo para hacer fiesta”, había asegurado hace unas semanas en una rueda de prensa.

De “Charlatanes de barrio” y habladores “de paja” había calificado, por su parte, el Alcalde Pumarejo a las personas desinformadas de los barrios respecto a la importancia de las pruebas, en un audio que publicaron emisoras locales hace nueve días.

Una asesora de su Administración en la Secretaría de Tránsito el pasado martes por twitter trató de “partida de badulaques e ignorantes” a quienes incumplen la cuarentena.

Mejor dicho, una línea discursiva en la que los responsables básicamente son los ciudadanos.

Ese asunto tiene de cierto, como evidencian los 44 mil comparendos que ha impuesto la Policía desde que inició la cuarentena por violación al confinamiento, las noticias de fiestas clandestinas y las aglomeraciones que se pueden ver en la ciudad con sólo asomarse a la calle.

Sin embargo, es más complejo que eso.

La parte de la explicación en la que no hacen énfasis los dirigentes charistas es que mucha de la gente que está saliendo lo hace porque tiene la necesidad de trabajar para poder comer.

Idea de eso da el hecho de que los 10 barrios que registran más casos activos, según datos de la propia Alcaldía, están en localidades que históricamente han tenido altos índices de pobreza -como se puede ver en este informe del Banco de la República– y aún hoy están entre las barriadas populares en las que los residentes sienten menos satisfechas sus necesidades.

Rebolo (90 casos), Las Nieves (69), La Luz (51), San Roque (40) y Simón Bolívar (39); son de la localidad Suroriente, uno de los focos de necesidad de la ciudad, en donde el 38 por ciento de sus habitantes asegura haber tenido que dejar de comer una de las tres comidas diarias porque no había suficientes alimentos, según la encuesta de percepción ciudadana del programa Barranquilla Cómo Vamos en 2019.

El Bosque (68 casos), Santo Domingo de Guzmán (34) y San Felipe (32); son de la localidad Suroccidente, en donde el mismo dato de la encuesta es del 16 por ciento. 

Y Carrizal y La Playa son de la localidad Metropolitana y la zona rural de Barranquilla, respectivamente. En la Metropolitana el 28 por ciento dice que en algún momento del año pasado no tuvo para sus tres comidas diarias y La Playa es un corregimiento recordado porque inicialmente fue una zona invadida por personas desplazadas. 

“Con miedo, pero me ha tocado salir a rebuscarme el día a día», nos dijo ayer en el barrio Rebolo, el que más casos confirmados de Covid registra en toda Barranquilla, el vendedor de frutas Carlos Alberto Ríos, quien cuenta que le ha tocado violar la cuarentena para poder llevar algo a su casa. “La venta está dura”, se lamenta.

Ahí en Rebolo se pueden ver ventas callejeras estacionarias como la suya casi en cada esquina. Mototaxis (un servicio irregular) rebucándose carreras. Gente comerciando de manera ambulante arepas o butifarras, cualquier cosa.

Según cifras del Dane, en Barranquilla el 47 por ciento de los ocupados son informales, un número superior al de ciudades como Cali  y Medellín, donde la informalidad es del 40,8 y 41,7 por ciento, respectivamente. 

Y la pobreza en La Arenosa estaba (antes del coronavirus) en 21,1 por ciento, casi el doble de la de Manizales que tenía el 11,9 por ciento.

Toda esta es una cara de Barranquilla que ya existía, pero que como nunca ha quedado de presente por la crisis que generó la pandemia, como ha pasado con los problemas sociales en otros lugares y en general en el país.

La particularidad acá es que los padecimientos de esta parte de la ciudad eran poco comentados bajo el unanimismo alrededor del grupo Char, que ha contado con medios amigos, un Concejo que no hace control político y funciona más como subalterno de la Alcaldía, unos organismos de control locales de su cuerda y al equipo de fútbol Junior de su propiedad, para crear y mantener la narrativa de que en Barranquilla absolutamente todo está bien, como lo hemos contado.

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Y aunque los avances y la inversión en obras en los 12 años largos que llevan mandando son indiscutibles, como también lo hemos contado, junto al coronavirus emergen unas urgencias imposibles de ocultar.

Incluso en el vital alistamiento en salud, en el que la ciudad llevaba la delantera cuando estalló la pandemia, debido a la gran inversión que hizo en el sistema el pasado gobierno del exalcalde Álex Char; pero ahora es puesto en duda. 

Al menos eso deja ver la solicitud de medidas urgentes que el pasado 28 de mayo hizo la Procuraduría General para Barranquilla y el Atlántico, argumentando “la progresiva saturación de la capacidad del departamento para atender los pacientes que podrían ser internados en unidades de cuidados intensivos”.

Dice ahí la Procuraduría no sólo que las UCI de la ciudad están en un 90 por ciento de ocupación, sino que en el vecino Soledad ya van casi al 100 y en otros pueblos como Sabanalarga en 60.

Eso contrasta con los datos de las autoridades locales, que en estos días han asegurado que en Barranquilla está disponible el 43 por ciento de las UCI (como lo publicó Pumarejo en twitter), y en todo el Atlántico la ocupación de estas camas es del 72 por ciento.

Aunque, la Gobernadora Noguera sí reconoció ayer en una rueda de prensa para hablar de la disparada de casos y muertes que, de seguir así, en un mes el departamento se quedaría sin UCI para atender a los pacientes graves de Covid.

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De la precariedad y los problemas del sistema de salud local también da cuenta un comunicado de la semana pasada de la Federación Médica Colombiana, en el que se denuncian supuestos maltratos y atropellos al personal médico. 

“Han sido despedidos varios médicos por exigir pruebas diagnósticas para Covid-19 cuando estuvieron en contacto con pacientes positivos, por reclamar trajes de protección especial y no aceptar la política de disminución de sus ingresos en pandemia”, reza el documento que también firman el Colegio Médico del Atlántico, la Asociación de Internos y residentes, Asmedas Atlántico, la Academia Nacional de Medicina Atlántico y la Asociación Médico-Quirurgica del Atlántico.

Un caso que refleja lo dramático y doloroso de la situación es el del médico Fabián Palacios, quien el 1 de mayo denunció y protestó públicamente por la falta de implementos de protección en el Hospital Universitario Cari y el martes pasado murió por coronavirus.

Para preguntar por todo esto, intentamos comunicarnos con la jefa de prensa de la Alcaldía y no fue posible.

Ayer, en rueda de prensa conjunta, el Alcalde Pumarejo y la Gobernadora Noguera dijeron que aumentarán la presencia de la Fuerza Pública en las calles y realizarán cercos sanitarios en los barrios con más contagiados, para intentar atajar la bola de nieve.

Barranquilla y el Atlántico terminaron el día sumando en total 7.502 contagiados y 294 muertes.

Tomado de la Silla Vacía