El presidente Duque confesó las razones por las cuales, su gobierno al que le restan 7 meses, no sale de la encrucijada. En entrevista con Yamid, reveló que es víctima de una especie de fobia que lo tortura día y noche, conocida como perfeccionismo. Es una angustia que impide al ser humano, admitir que su trabajo ha terminado.

Esa manía lo maneja desde que se posesionó, en agosto del 2018. Todas las ilusiones que habían invadido su cerebro desde La Sergio, el Bid, el Congreso -al lado de Uribe- y la campaña, empezaron a ser carcomidas por el implacable perfeccionismo.

Si el uribismo le hubiera proporcionado una vacuna contra esa enfermedad, otro sería el destino de la Colombia de hoy, con un gobernante progresista, joven, moderno, ecuánime, solidario, cumplidor y en paz.

Muchos han exagerado, tal vez, lo del perfeccionismo de Duque, cuya imagen, nacional e internacional, lleva al uribismo a una derrota electoral.

No se requiere una lupa para observar lo que ha sido este gobierno: violencia, alarmante pobreza, eliminación de la clase media, desempleo, incumplimiento de los acuerdos de paz, la abismal caída de la economía, el desempleo, asesinato de líderes, abusos de la policía durante las marchas de septiembre, desplazamiento de colombianos de campos y pequeñas poblaciones, corrupción sin límites y tantas cosas más que el mismo Duque considera que no ha acabado, por su perfeccionismo.

Muchos piensan que el perfeccionismo no lo heredó, ni lo aprendió en sus primeras letras, ni en los primeros años que cursó en la Sergio del filósofo educador y exministro Rodrigo Noguera Laborde.

Como suele decirse: fueron las malas amistades, los pésimos consejos y la patraña de quienes quisieron apoderarse de su buena fe, para alcanzar grandes dignidades, privilegios y franquicias. De ahí que, contra el querer de un país, se haya rodeado de una cofradía o hermandad, integrada ni más ni menos que por los encargados del contrapeso que debe tener un gobernante. De quienes deben vigilar la correcta actuación de un presidente.

Tiene en sus manos y bajo sus órdenes, a quien honrará las próximas elecciones. Ese funcionario de quien mucho se habla, por sus actuaciones, como esa de querer elevar el censo electoral, el escéptico manejo de las elecciones de los jóvenes en noviembre, la maliciosa inscripción de nuevos votantes o sufragantes en el exterior.

Y no podemos olvidar la compra de votos con la abolición de la ley de garantías y las triquiñuelas de la Procuraduría para crecer su nómina.

El presidente Duque, puede aún abandonar el perfeccionismo y ejercer un buen gobierno en estos 7 meses que le quedan.

BLANCO: El Papa Francisco le pide al mundo abandonar la forma de egoísmo, que conduce a preferir las mascotas a los hijos.

NEGRO: La solicitud de Uribe a Duque en su columna: “El voto todavía vale”, pidiéndole un “desempeño integral de excelencia” en sus últimos días, pero no para derrotar el perfeccionismo, sino para que sea un espejo para Venezuela.