Las medidas expuestas han frenado la devaluación en otros países y han demostrado que sirven

Por Carlos Julio Díaz Lotero

La estrepitosa devaluación del peso en relación con el dólar, que ya bordea una tasa de cambio $5.000 por dólar, tiene causas coyunturales como el alza progresiva de la tasa de interés de intervención de la Reserva Federal de Estados Unidos, el creciente déficit comercial, los anuncios del gobierno de suspender la exploración de petróleo y gas natural, pero probablemente tengan más peso los ataques especulativos de los fondos de inversión. Pero la causa estructural de la devaluación que nos golpea fueron las reformas neoliberales, a inicio de la década de los años 90, que empezaron a desregularizar la economía para irla ajustando a la lógica del libre mercado. Una de las reformas que más recordamos los trabajadores fue la ley 50 de 1990 que flexibilizó la relación de trabajo y redujo ingresos laborales para reducir costos de producción, como la eliminación de la retroactividad de las cesantías y de la protección contra despidos, y el desarrollo de la contratación temporal que debilitó la base social de los sindicatos, etc. Otras reformas complementarias en materia comercial, del mercado de capitales, y del manejo cambiario y crediticio del país sentaron las bases de una redefinición del modelo de desarrollo. Veamos:

  • La ley 7 de 1991 estableció que las políticas de comercio exterior fomentarían el libre comercio de mercancías y servicios por medio de un régimen de libre importación y desgravación arancelaria.
  • Ley 45 de 1990 realizó una reforma financiera acabando el sistema de banca especializada para dar paso a un régimen de banca múltiple que mezcló las actividades de préstamos comerciales de los bancos con las actividades especulativas de los fondos de inversión, inició la privatización de bancos estatales, eliminó las restricciones a la inversión extranjera en el sector financiero y estableció la capitalización de intereses para créditos a largo plazo, entre otros.
  • Ley 9 de 1991 eliminó el monopolio estatal sobre el control de cambios establecido en el Decreto 444 de 1967, y se privatizó el mercado de divisas y el comercio del oro, dando al Banco de la Republica facultades de operar el mercado cambiario según las regulaciones del gobierno en desarrollo de esta ley. Con esta reforma se deja en manos del mercado, de la oferta y demanda, y no del Estado la política cambiaria y la regulación de la moneda.
  • La Constitución Política de 1991 estableció la autonomía del Banco Central frente al gobierno y a la Junta Directiva de éste como la autoridad monetaria, cambiaria y crediticia. La Carta Política de 1991, de un lado le asignó al Banco Central (Banco de la Republica) el propósito del control inflacionario mediante estrategias monetaristas como la regulación de la oferta monetaria y de la tasa de interés, y por otra parte favoreció un creciente endeudamiento público al obligar al Estado a buscar recursos de crédito a precios de mercado para financiarse. La deuda pública se convierte, de esta manera, en negocio parasitario del capital financiero.

Lo que hay que hacer para detener la devaluación

En los primeros días de octubre, el presidente Gustavo Petro en su cuenta de Twitter criticó la decisión del Banco de la República de subir la tasa de interés para contener la inflación, y aprovechó para proponer un «impuesto transitorio» a quienes quieran vender su inversión de portafolio en el país y llevarse sus dólares a EE.UU. buscando una mejor rentabilidad y seguridad. El Ministro de Hacienda, José Antonio Ocampo, descartó, también por su cuenta de Twitter, que el gobierno fuera a intervenir el mercado cambiario con el fin de contrarrestar la devaluación del peso. Varios Ministros de Hacienda y analistas de los grupos financieros han expresado, igualmente, su preocupación por la propuesta del Presidente.

La definición del tipo de cambio de nuestra moneda por la oferta y demanda del mercado, es un régimen cambiario clásico de la política neoliberal, que no siempre existió, pues en Colombia tuvimos control de cambios y de capitales y el país no se colapsó ni desapareció. El control de cambios es una medida de política cambiaria que se utiliza para defender y proteger el valor de la moneda y las reservas de un país. Hoy se necesita más que nunca, porque la devaluación empobrece a un país, y mucho más a uno como Colombia que importa el 30% de los alimentos que se consumen, casi 14 millones de toneladas. De estas importaciones, los productos que más llegan del exterior son maíz, trigo y tortas de soya con compras externas de 6,1 millones, 1,9 millones y 1,5 millones de toneladas respectivamente, que representa el 70% de las importaciones totales de alimentos. En lo corrido de año 2022, según el DANE, el 75% de las importaciones son bienes manufacturados. Para la producción interna en las pocas industrias que tenemos y para la producción de más de 70 millones de toneladas de alimentos que producimos se tienen que importar materias primas, fertilizantes, equipos e insumos agrícolas. La devaluación encarece la importación de estos insumos y bienes que ya se encuentran con precios elevados por la hiperinflación global. Es decir, es una de las causas de la inflación que se acerca al 11% en lo corrido del año.

La devaluación tiene, por otra parte, un impacto fiscal negativo, dado que la deuda publica en dólares al mes de octubre, según cifras del Ministerio de Hacienda, equivale al 40% del total de la deuda de la nación. Nada más por el servicio de la deuda durante este gobierno, si la tasa de cambio se mantiene en los niveles actuales, se pagarían casi $30 billones, más de lo que la reforma tributaria pretende recoger durante cada año.

Los neoliberales de todos los matices, proponen medidas como la reducción de impuestos para que venga la inversión en dólares, aumentar la exploración de petróleo y hasta una eventual intervención del Banco de la Republica en el mercado cambiario. Pero eso sí, advierten que lo único que no se puede hacer es que sea el Estado, y no el mercado, el que regule la política cambiaria. Tanto la reducción de impuestos como la intervención del mercado cambiario por parte del Banco Central son medidas que han fracasado en el pasado y en el presente.  No obstante, el control de cambios, si se complementa de manera adecuada con otras políticas, tiene resultados exitosos.

En América Latina el caso ejemplar es Bolivia, que ha logrado no solo una baja inflación, sino grandes avances en los indicadores sociales; Rusia antes de las sanciones económicas tenía una política cambiaria regulada por el mercado, con el inicio de las sanciones el rublo se desplomó, y Rusia se vio obligada a establecer control de cambios y de capitales, y el rublo no solo se recuperó, sino que se ha fortalecido frente al dólar.  La República Popular China es el caso más exitoso de desarrollo económico a nivel planetario, sacó de la pobreza a más 800 millones de chinos, y tiene control de cambios y de capitales.

Otras propuestas

El proceso de colapso hiperinflacionario que vivimos es el fracaso sistémico del neoliberalismo, y sus modelos de bancas centrales independientes de los gobiernos, por lo que debemos avanzar en la perspectiva de establecer un nuevo sistema monetario, uniéndonos al proceso de desdolarización que vienen liderando los países de los BRICS, para establecer una nueva moneda internacional basada en una canasta de productos básicos. Este nuevo sistema crediticio debe contener

  1. Un sistema de tipo de cambio fijo de las monedas nacionales, inspirado en el sistema de paridades fijas del Sistema monetario de Bretton Woods.
  2. Un sistema de bancos nacionales basado en los poderes soberanos de cada gobierno para dar crédito de fomento al aparato productivo.
  3. Control de cambios y una convertibilidad limitada de las monedas.
  4. Controles de capital, que tienen básicamente el mismo efecto que una separación bancaria internacional del tipo de la Ley Glass-Steagall expedida por el Presidente Franklin Delano Roosevelt en los EE.UU.
  5. Normas arancelarias y comerciales proteccionistas, que protejan especialmente a las economías incipientes de los países en desarrollo;
  6. Prohibir cualquier forma de especulación.

Vía AIL