Por: Ulahy Beltrán López[1]

Finalmente la semana anterior inició la aplicación de la vacunación contra el coronavirus Covid-19 en Colombia. Al país llegó un primer lote de 50 mil vacunas que permitió empezar con la vacunación del talento humano en salud que están en la primera línea en la lucha contra el virus y de quienes hacen el apoyo administrativo en esta primera línea, debiendo continuar con la población mayor de 80 años, tal y como se definió en el Plan Nacional de Vacunación (PNV), para seguir después con los siguientes grupos poblacionales y las etapas concebidas en dicho plan.

Sin embrago, la vacunación inició en Colombia con un altísimo porcentaje de personas que no están interesadas en vacunarse. De acuerdo con la encuesta Pulso Social del Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas (DANE), realizada en 23 ciudades del país, el 44,2% de los colombianos dijo no estar interesado en aplicarse la vacuna, mientras que solo el 55,8% de los colombianos sí está dispuestos a aplicarse la vacuna contra el coronavirus.

El hecho que de cada 100 personas en Colombia, casi la mitad no esté interesada en vacunarse contra un virus que está comprobado e informado oficialmente que a la fecha ya produjo en Colombia más de 2,2 millones de casos y casi 60 mil fallecidos, es un tema que preocupa y mucho. Esa cifra también debe llevar a una reflexión a las autoridades sanitarias en Colombia que están dirigiendo todo el operativo para contrarrestar la pandemia y que incluye la estrategia de vacunación a la población como uno de sus pilares para enfrentarla y minimizar su impacto de la manera más rápida y efectiva.

 ¿Qué ha fallado para que casi la mitad de la población en Colombia no esté interesada en vacunarse y protegerse así del coronavirus? Para responder este interrogante, no puede dejarse de lado que así como no se puede inducir a “amar a alguien por decreto”, la población no va a interesarse en ser beneficiaria de la vacunación solamente porque exista un marco normativo creado para ello, que además no establece como obligatorio el acto de la vacunación para las personas, por lo que se deduce que es voluntario.

Si bien el Gobierno Nacional generó dicho marco con una ley (Ley 2064 del 9 de diciembre de 2020 que declaró “de interés general la estrategia para inmunización de la población colombiana contra la Covid-19”), un decreto (Decreto 109 del 29 de enero de 2021, por medio del cual “se adopta el Plan Nacional de Vacunación con el Covid-19”) y una resolución (Resolución 161 del 13 de febrero de 2021 que definió los criterios y condiciones para la “distribución, asignación y entrega de vacunas del Plan Nacional de Vacunación con el Covid-19”), casi la mitad de la gente en Colombia no está convencida aún de la conveniencia de la inmunización y por ello ese porcentaje tan grande que no está interesada en aplicarse la vacuna.

Es claro que para que una persona genere aceptación hacia una estrategia de salud pública de este tipo, en este caso una actitud favorable hacia la vacunación contra el coronavirus, antes deben cumplirse en y con esa persona unas etapas previas, como son: primero, la etapa cognitiva (conocer bien de qué se trata); segundo, la etapa participativa (que se sienta involucrada desde la concepción y planeación de la estrategia); tercero, la etapa afectiva (que se “enamore” de las bondades de la medida y se interese en ser partícipe de sus beneficios), y la etapa comportamental (que se vacune, que defienda la estrategia y motive a otros a que se la apliquen también).       

Personalmente creo que el Plan Nacional de Vacunación (PNV) adoptado mediante decreto por el ejecutivo, no tuvo el grado efectivo de socialización para que la gente lo conociese debidamente, como tampoco hubo la participación de la población en su fase de planeación y estructuración. Cuando alguien no ayuda participando en la construcción de una estrategia de salud pública como la vacunación en la que la población es protagonista y no actor de reparto, aunque la estrategia sea benéfica en sí misma, no la siente suya ni se identifica con ella y por tanto no se interesa en ser objeto de beneficio de ella y menos de promoverla positivamente a otros.

De otra parte, considero que con lo ocurrido la semana pasada con la fallida estrategia de show promocional del inicio de la vacunación contra el coronavirus en Colombia, se produjo aún más prevención de las personas hacia esta inmunización. Haber generado por el gobierno un operativo político-publicitario para destacar más una acción del ejecutivo (que ya era tardía en su inicio e incompleta frente al total de vacunas requeridas para solo la primera etapa del PNV) por encima de las bondades que tiene en salud pública la misma vacunación, produjo el rechazo y el cuestionamiento público de la población en general frente a ese triunfalismo sin razón, tanto que también lo hubo de parte de algunos líderes políticos y partidos que han apoyado al presente Gobierno.

Definitivamente mediante ese tipo de estrategias no se va a conseguir que la población colombiana incrédula o víctima de las mentiras sobre la vacunación, cambie de parecer y se interese por vacunarse, no, por ahí no es la cosa.

Además, con solo una parte de todo ese recurso financiero que se utilizó la semana pasada para movilizar funcionarios del orden nacional por todo el país cada vez que iniciaba la vacunación en las diferentes ciudades, se pudiera haber logrado la estructuración de verdaderas y efectivas estrategias comunicacionales para tratar de convencer a los aún escépticos que no están interesados en vacunarse y que como documentó el DANE, son casi la mitad de la población. Otra parte de ese recurso pudiese haber sido canalizado para financiar estrategias promocionales pactadas con los medios de comunicación para sensibilizar adecuadamente sobre las bondades y conveniencias individuales y colectivas de la inmunización en las personas y para desvirtuar y contrarrestar todo lo que ha generado como desinformación y confusión el “movimiento anti-vacuna” en Colombia y que hoy tiene a casi medio país diciendo que no se va a vacunar.

Así las cosas, si la mayoría evidente de la población en Colombia no está motivada en vacunarse es porque aún no cree en ella. Por eso debe trabajarse de manera específica en lograr que los conformantes de esa mayoría evidente acepten y se convenzan que si se vacunan contra el coronavirus, generarán inmunidad y si llegasen a infectarse, su sistema inmunológico será capaz de reaccionar de manera muy rápida para neutralizar y destruir el virus, de tal manera que cada persona vacunada no se convertirá en un transmisor del virus o foco de contagio.

Igualmente hay que trabajar en convencer a la población que mientras más personas en la comunidad estén vacunadas, menor va a ser la transmisión del virus a nivel comunitario y esto conducirá a que haya una disminución de los pacientes hospitalizados, de la sintomatología grave por la infección del virus, y a que, eventualmente, se pueda recuperar la normalidad en la vida de cada persona como la que se tenía hasta hace poco más de un año.

Sobre los efectos adversos, hay que enseñarle y decirle a la población que son similares a los que ocurren cuando se aplica cualquier vacuna: dolor en el sitio de la aplicación, enrojecimiento o calor en la zona, sintomatología como de la gripa con dolor muscular, y en algunos pocos casos reacción alérgica inmediata en personas con antecedentes alérgicos, pero que manejada de manera inmediata no pasará a mayores.

Para ello es importante mencionarle a la comunidad que hasta el momento, de más de 150 millones de dosis aplicadas a nivel mundial no ha habido una sola muerte por reacción alérgica, pero si no se logra la vacunación, el 3% de las personas infectadas seguirán muriendo por Covid-19.

En ese orden de ideas, el gobierno debe procurar conseguir que cada persona en Colombia se convierta en un difusor dentro de los núcleos familiares y además sea promotor del mensaje que las vacunas son benéficas y que no hay nada que temer. Cuando eso se consiga se habrá logrado que las personas generen actitud favorable hacia una estrategia de salud pública que como la vacunación contra el coronavirus protege y salva vidas, protege las finanzas del país y del mismo sistema de salud.

Pero conseguir ese propósito con shows mediáticos y operativos político-publicitarios que ninguna trascendencia o utilidad le generan a la salud pública colombiana…por ahí no es la cosa.


[1] Es: Médico Cirujano, Especialista en Gerencia de Servicios de Salud y EspePara ialista en Seguridad Social Latinoamericana. Ha sido: Vicepresidente de la Junta Directiva Nacional de la Asociación Colombiana de Hospitales y Clínicas (ACHC), Consejero Nacional, Departamental (Atlántico) y Distrital (Barranquilla), de Seguridad Social en Salud, miembro de juntas directivas de IPS privadas y de empresas sociales del estado, asesor en salud de la Contraloría General de la República, gerente del Hospital Universitario CARI ESE. Actualmente: docente universitario, columnista en medios impresos y virtuales, consultor y asesor en servicios en salud, editor de NOTAS DE ACTUALIDAD EN EL SECTOR SALUD. Todas las columnas del autor encuéntrelas en https://ulahybeltranlopez.blogspot.com o solicítelas al contacto: ubeltran@hotmail.com