POR: RAFAEL VERGARA NAVARRO *
Siento agonía, me falta el aire y tengo la sensación que el calor se asocia con los 18 días del infernal incendio en la Amazonía, pienso en la afectación del 20% de oxígeno que de ella recibimos, en el sacrificio de la diversidad biológica, el éxodo de las cientos de comunidades indígenas y el dolor del mundo. Asumo que la selva quemada no llegará a las nubes para ser lluvia ni será el agua de los arroyos y ríos que con sus sedimentos alimentan el mar. Ahora la atmósfera recibe CO2, nubes que anochecieron Sao Pablo en Brasil, y se mostraron en Bolivia, Perú y Paraguay.
La ascendente ola de calor, la deforestación y la pérdida de la hojarasca por las llamas que afectan las raíces, se resolverá si el croar de las ranas y rezos con abundantes lluvias apagan el fuego y la conciencia de sobrevivencia de la humanidad y los ambientalistas logramos descarbonizar la economía y la producción de comida. “Hoy se necesita 1.75 Tierras para satisfacer las necesidades del planeta”.
Hay manos criminales y los dedos señalan al presidente Bolsonaro que, como dijo Marina Silva, exministra de Ambiente, en nombre del progreso “está deconstruyendo la estructura de gobernanza, descalificando los organismos ambientales y la fiscalización. La impunidad es el mensaje para quienes deforestan y amplían la frontera agrícola”. Greenpeace culpa a la empresa brasilera JBS, una de las más grandes del mundo, que comercializa carne originaria de la praderización ilegal del Amazonas.
Esta semana Manuel Rodríguez, exminambiente, lanzó su libro “Nuestro Planeta Nuestro Futuro” y señaló que el principal problema ambiental del país es la deforestación, 70% de ella en nuestra Amazonía, y criticó que con un ejército y una policía fuertes haya tanto acaparamiento, minería ilegal, cultivos de coca y la apertura de vías en los parques naturales.
“Las decisiones que tomemos hacia el futuro para salir de esta encrucijada del calentamiento global y la crisis ambiental que nos deja el progreso, pasa por generar una nueva ética en relación con el mundo natural”.
Ante la acusación de que los ambientalistas somos extremos, a sus luchados 72 años, exalta con razón, que nos hizo falta ser más extremos y radicales.
“Los grandes cambios sociales en el mundo no han sido gratuitos y las conquistas en derechos humanos se dieron a punta de movimientos sociales muy tenaces. Todos tendríamos que volvernos ambientalistas”.
Le pasa la bandera a la juventud y en especial a Greta Thunberg que a los 16 años, gracias a tener una educación distinta, protesta, convoca y exige porque ve que el mundo se está quemando y no se está haciendo nada.
Ella sentencia: “La juventud más que esperanza lo que necesitamos es acción, cuando la haya, la esperanza estará en todas partes. No podemos salvar el mundo acatando las reglas porque las reglas tienen que cambiar. Todo tiene que cambiar y tiene que comenzar a cambiar hoy”.
*Abogado ambientalista y comunicador.