¿Cuánto tiempo tenemos en guerra? Vamos llegando a los 60 años de conflicto armado. ¿Cuántos muertos nos ha representado la violencia ideológica? Cerca de 220 mil víctimas. ¿Cuál es el volumen de las pérdidas políticas, económicas y sociales? No hay cifra que se le compare.
¿Por qué siento tanto entusiasmo hoy? Porque por fin podemos divisar las luces de la paz al otro lado del túnel. ¿Es sólo una victoria para el Gobierno del Presidente Juan Manuel Santos? Es un triunfo del pueblo colombiano que mayoritariamente votó por el proyecto político de la paz y le confió un segundo mandato para que hoy el mundo celebre con viva emoción los acuerdos que se logran y se divulgan desde La Habana, Cuba.
Igualmente me entusiasma, reconforta y enorgullece ser parte del Partido Social de Unidad Nacional, La U, porque se está ratificando como el partido de la paz sin impunidad y porque con su madurez, sentido de la civilidad política y vocación de servicio a la comunidad necesitada, consolida una ruta de fortalecimiento que se ve representada en la mayoría disciplinada y coherente que actúa y se hace sentir en el Congreso de la República.
En contra de los odios y resentimientos y hasta envidias de algunos sectores, Colombia es un país que avanza en sus postulados de paz, educación y equidad, los tres pilares del nuevo Plan Nacional de Desarrollo “Todos por un Nuevo País”.
Colombia es hoy una Nación que paulatinamente deja los guarismos de pobreza que atormentaron a otras administraciones y escala hacia una sociedad de clase media dinámica e innovadora que le apuesta al sostenimiento del crecimiento económico, al conocimiento, a la investigación y a la identidad común para que unidos alcancemos niveles más altos de bienestar social.
Me gusta esta Colombia que hoy es alumbrada por un sol distinto y duerme cada noche más tranquila porque en lugar de pensar en balas, bombas y narcotráfico, amanece acariciando la posibilidad de un futuro mejor. Un futuro en paz y con evidentes oportunidades de progreso.
Sí, me gusta esta Colombia que sueña con la paz cercana y sienta las bases de los mejores tiempos por venir. De la mano de un gobierno y unos partidos políticos que desde la concordia de la llamada Unidad Nacional vela por el finiquito de tres grandes males por erradicar definitivamente de nuestro horizonte: Violencia, corrupción y pobreza.
Lo que ocurrió el pasado 23 de septiembre en La Habana, Cuba, con el anuncio sobre el acuerdo con las Farc respecto de la justicia transicional y la firma del fin del conflicto al cierre del primer trimestre de 2016, es decir dentro de seis meses, es la más hermosa melodía para quienes preferimos los sonidos de la paz que el estruendo de las bombas y las metralletas.
Prefiero las emboscadas de la felicidad que la sangre derramada por quienes se esconden en la maleza de la selva, sea cual fuere su motivación ideológica. Me gusta más el ruido de los niños jugando y riendo en los parques y colegios, el sonar de las fábricas que generan empleo y bienes y servicios, las familias que unidas construyen una memoria de región y de país y la buena voluntad y solidaridad de un colectivo social que empuja para el progreso de todos.
Hemos pasado la prueba de uno de los grandes escollos del proceso de paz: la justicia para quienes han cometido graves delitos en medio del conflicto armado. Ahora será más fácil concluir el tema de los mecanismos de refrendación y la verificación de la entrega de armas, así como la vinculación a la actividad política del grupo que se reintegra a la vida civil.
Mucha de la buena salud que tenga de ahora en adelante el proceso de paz, dependerá en gran parte de lo que ocurra en el Congreso de la República con los acuerdos y las reglamentaciones legales pactadas. Allí estaremos para hacer los aportes necesarios en aras de que esta versión de la historia nacional se escriba con la grandeza requerida. Por favor visite www.josedavidname.com o escríbame a jname@josename.com