Cuando se acerca el 23 de marzo, fecha fijada por el Gobierno del presidente Juan Manuel Santos y la guerrilla de las Farc, para firmar el acuerdo final de La Habana, tras más de 3 años de negociaciones, la pregunta obligada es: ¿está preparada Colombia para edificar un una paz duradera, sostenible, estable y con el lenguaje del posconflicto? Lo primero que hay que decir, es que el proceso de negociación no ha sido fácil y mucho menos será su aplicación en las regiones -32 departamentos del país-.

Lo segundo, es que más allá de un acuerdo o un documento, el verdadero protagonismo del éxito o el fracaso del proceso de paz, en la tierra del desaparecido Nobel Gabriel García Márquez, descansará en el ciudadano. Es justo en ese momento, cuando la paz demandará el reconocimiento de dignidad de todos los seres humanos. Será la hora del respeto y promoción de los derechos humanos, con el cumplimiento de los deberes propios de cada quién.

La paz exigirá justicia social. Un nuevo modelo de desarrollo económico, industrial y agrario. En una palabra, un desarrollo humano sostenible, que tenga como centro a los niños, a los hombres y mujeres desde la Guajira hasta Nariño y desde San Andrés y Providencia hasta Amazonas.

Lo anterior significará, un lenguaje educativo y pedagógico de los medios de comunicación, que deben tener el acompañamiento del estado a través del diseño de una política cultural que facilite la construcción de un pensamiento socialmente elaborado y compartido, que imprima  a lo económico, a lo político, a lo social y a lo religioso, una misma coherencia entre el desarrollo, la justicia social y la ética.

Esta construcción de cultura de paz, no puede estar ajeno de un marco ético. El hombre es la única especie animal que tiene sentido del bien y del mal, sentido de la finalidad y sentido de la vida: el hombre es un animal ético. La ética no es un lujo ni una moad trasnochada. Si se firma el acuerdo final de La Habana, impactará en América Latina,, sin embargo, la paz está llamada a construirse cada día.

En lo particular creo, que el ciudadano si quiere la paz, pero no es el único responsable para que sea viable. El estado debe actuar y acompañar el posconflicto, más allá de su capacidad institucional. De cara a las regiones. La paz debe ser entendida como un deber personal y social. Por lo mismo si es posible si todos los actores cumplen su tarea. La paz está al alcance de una generación que se levantó con hechos de violencia cada 17 minutos,  Por más duro y adverso que parezca el logro de la paz, los colombianos no desfallecemos, sembramos la semilla para recoger mañana el fruto. Porque se convirtió en el siglo XXI en un desafío, un diálogo y una visión futurista de los ciudadanos.

Sobre todo de aquellos, que conocieron la demencial ola de violencia en sus municipios y departamentos. A propósito de este comentario, usted que piensa.

 

Por Carlos Villota Santacruz

Internacionalista, Comunicador Social y Periodista, experto en marketing político, marketing de ciudad

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