Por: Víctor Herrera Michel
A finales del siglo XV hubo un acontecimiento famoso en Florencia, Italia, llamado ‘La Hoguera de las Vanidades’ organizado el martes de Carnaval por los seguidores del monje Girolamo Savonarola quienes recogieron y quemaron púbicamente miles de objetos que se consideraba incitaban a la vanidad y a actos pecaminosos. Fueron arrojados al fuego cosas como espejos, maquillajes, vestidos de lujo y algunos instrumentos musicales, así como libros inmorales, manuscritos con canciones seculares y cuadros, incluidas algunas pinturas originales –entregados por su propio autor: Sandro Boticelli– sobre temas mitológicos.
Basado en ese evento histórico, uno de los padres del llamado “Nuevo Periodismo”, Tom Wolfe, debutó triunfalmente en EEUU como novelista, hace un poco más de 30 años, con su obra titulada justamente: ‘La Hoguera de las Vanidades’ (en inglés “The Bonfire of the Vanities”) en la que retrata satíricamente las costumbres de la sociedad de Nueva York durante la década de los 80, mostrando la hipocresía y el juego de apariencias de los adinerados ejecutivos de las finanzas en el cual las convenciones sociales cambian de acuerdo a las conveniencias del momento. La novela incluso fue adaptada al cine con el mismo nombre, en 1990, en una película dirigida por Brian De Palma y protagonizada por Bruce Willis, Tom Hanks y Melanie Griffith.
Ya el sabio Salomón nos decía hace muchos siglos: “…Vanidad de vanidades, todo es vanidad.” (Eclesiastés 1:2)
Hoy realmente vivimos en un mundo invadido por las vanidades personales. Solo es echar un vistazo a las redes sociales y darnos cuenta del exagerado protagonismo de los seres humanos. No importa mucho el ser, sino el tener y el parecer. Y este es el principio de la soberbia y la superioridad que genera disparidades sociales, enfrentamientos y posiciones irreconciliables, además de ser el fundamento de la gran desigualdad que experimentamos en todo el planeta.
A propósito, el informe de riqueza global 2021, publicado por Credit Suisse, reveló que 45,8% de la riqueza de todo el mundo está concentrada en el 1,1% de la población. La cifra asombra todavía más, si se tiene en cuenta que 55% de la población mundial solo tiene acceso al 1,3% de la riqueza global.
A su vez, un informe del Índice de Desarrollo Regional para Latinoamérica, del que participa la Universidad de los Andes, expone que, en la región, Colombia es la nación con mayores desigualdades entre sus territorios.
Y en el plano nacional, el Dane confirma que el año pasado 42,5% de la población estuvo en condición de pobreza, es decir, hubo un aumento de 6,8 puntos porcentuales frente a la cifra de 2019 (35,7%).
¡¡En total, son más de 21 millones de personas las que subsisten con menos de $331.688 mensuales y 7,47 millones de colombianos viven con menos de $145.004 al mes…!!
Se cumple cabalmente la letra de la inolvidable Oropel, del dueto Silva y Villalba: “…Amigo, cuanto tienes cuantos vales, principio de la actual Filosofía…”.
Dado el ambiente mundial egocéntrico que experimentamos hoy sería un buen ejercicio organizar una especie de “Hoguera de las vanidades” donde pudiéramos “echar” todo aquello –objetos y costumbres– que generen engreimiento, pedantería, Inmodestia, soberbia, jactancia, presunción, petulancia, vanagloria, arrogancia, altivez, altanería, etc.
¿Por dónde comenzaríamos…? Las pantallas: Celular, Tablet, Tv, Computador, etc.? Las redes sociales: Instagram, Facebook, Twitter, Tik Tok, etc.? ¿La ropa de marca…? ¿Los carros de lujo…? Qué más.?
Muchos recordamos el episodio final de la película clásica de los 90 “El Abogado del Diablo” en donde Al Pacino, interpretando a Lucifer, expresa: “…Vanidad, definitivamente, mi pecado favorito…”