Por: Manuel Enríquez Rosero
Senador de la República de Colombia
Partido de la U
Twitter@mersenado


Las estadísticas de las tres últimas décadas, dejan en evidencia que el sector agropecuario colombiano se encuentra rezagado frente a la dinámica de la economía. Las cifras hablan por sí solas. Desde el año 2002, la producción rural ha crecido por debajo del promedio del Producto Interno Bruto. Ahora, se conoce que el Gobierno del presidente Juan Manuel Santos presentó  un proyecto de Presupuesto para la vigencia 2017, que recorte la inversión para el agro del 33.6 por ciento.

Lo primera lectura, que en mi calidad de senador de la República por el Partido de la U, como vocero de los nariñenses, de regiones como el Putumayo, el Meta, Cundinamarca y la ciudad de Bogotá –cuyo sector rural supera el 60 por ciento-  la inversión que se proyecta para un sector fundamental para el país, en el marco del posconflicto, cuya eta se encuentra en proceso de implementación.

Si bien es de conocimiento público, las dificultades presupuestales y fiscales de Colombia, los ciudadanos observaron con sorpresa, el impacto en la economía por la caída de los precios del petróleo en el mercado internacional, que sumado a un inmediato futuro, un recorte tan drástico al presupuesto del sector agrario, origina más preguntas que respuestas, pero a su vez una incertidumbre entre los campesinos –hombres y mujeres- que sufren la ausencia de un sistema de créditos flexible, con el acompañamiento de capacitación educativa y científica.

En otras palabras, no hay un apoyo integral del Estado para los departamentos, que serán protagonistas del posconflicto con los municipios. Un presupuesto para la vigencia del 2018, con esa línea financiera, se aparta de la tesis que hemos defendido desde el Congreso, alrededor de elevar la competitividad y modernización del agro colombiano, con el propósito de elevar el empleo, salir al paso a la pobreza y tender puentes con mercados extranjeros.

La sensación que queda, al inicio del último período ordinario de sesiones del cuerpo legislativo, es que la “brecha” existente entre el sector urbano y rural en vez de reducirse, será aún más grande. Estamos lejos de edificar un país equitativo, que este en sintonía con los habitantes del campo, que están llamados elevar su calidad de vida, una vez se firme la paz. Un sueño y un anhelo de millones de colombianos, en particular en regiones como Nariño y Putumayo, donde le pasó de la violencia ha impedido –históricamente- que el agro sea el motor del desarrollo. A propósito de este comentario ¿usted qué piensa? E mail manuelsenado@hotmail.com