Por Oscar Montes
El año político terminó con una gran controversia, que continuará –sin duda– en el 2023. La polémica tiene que ver con la aprobación de la reforma política promovida por el Gobierno nacional y defendida con uñas y dientes por el presidente del Senado, Roy Barreras, quien es señalado de ser unos de los grandes beneficiarios de la iniciativa.
Aunque en sus primeros debates la reforma contó con el pleno respaldo de los partidos y movimientos políticos integrantes de la coalición del Pacto Histórico y de algunos independientes, al culminar el cuarto debate –de los ocho que requiere para su aprobación– la reforma política quedó maltrecha y con su legitimidad cuestionada, pues un buen número de congresistas sostienen que el proyecto no solo atenta contra las minorías, sino que es abiertamente antidemocrático.
Entre las voces más críticas se destacan las de las representantes a la Cámara, Catherine Juvinao, Katherine Miranda y Jennifer Pedraza, quienes se apartaron de las mayorías que respaldan el proyecto que quedó aprobado en su cuarto debate. A partir de marzo –cuando empiece de nuevo a sesionar el Congreso– iniciará su fase definitiva para convertirse en ley de la República.
La representante Juvinao afirmó que “si este proyecto lo estuviera promoviendo otro gobierno, ya Gustavo Petro y todo el Pacto Histórico habrían sacado la gente a las calles a protestar”. “Esta reforma atenta contra las minorías –afirmó Juvinao– que es todo lo contrario a lo que el gobierno de Petro ofreció en la campaña. Los únicos que están contentos son los partidos tradicionales, que podrán hacer alianzas –que antes estaban prohibidas– para aniquilar a los partidos minoritarios”.
La representante Miranda –del Partido Verde- tampoco ahorró epítetos para descalificar la iniciativa del Gobierno nacional. “Nuevo mico de la reforma política. Las listas cerradas del 2026 se podrán hacer de acuerdo a la actual conformación del Congreso. Están votando su propio reelección, legislando en beneficio propio y borrando de un plumazo la democracia”, trino la presidenta de la Comisión Tercera de la Cámara de Representantes.
“Petro y su coalición pretenden perpetuarse en el poder”: Jorge Robledo
Sobre este último asunto de la conformación de las listas cerradas, la representante del partido Dignidad, Jennifer Pedraza, sostiene que el gobierno nacional “les está regalando curules a los congresistas actuales, a cambio de su respaldo al proyecto de ley. El gobierno les garantiza su reelección a cambio de que les aprueben su reforma política”.
El presidente del senado, Roy Barreras, artífice, promotor y defensor de la iniciativa –tanto o más que el ministro del Interior, Alfonso Prada– salió al quite a las afirmaciones de quienes han manifestado que se apartarán de la iniciativa el próximo año. “La lista cerrada –respondió Barreras– no gusta a youtubers y vedettes que son la excepción en medio de unas mayorías elegidas en el sistema clientelista (lista abierta). Piensan en ellos no en acabar con el sistema de compra y venta de votos. Por eso no ven la lista cerrada necesita democracia interna”.
Pero pese a la defensa incondicional de Barreras, lo cierto es que la reforma política –cómo está quedando– es un traje confeccionado a la medida de quienes esperan y aspiran a seguir perpetuando las mañas y los vicios de la política tradicional en el país, inclusive reviviendo figuras perversas y funestas, como la de permitirles a los congresistas ser ministros, adefesio que fue sepultado en buena hora por la Constitución de 1991. Hoy a los defensores de la reforma política, entre ellos el senador Barreras –¡por supuesto!– les parece una iniciativa progresista y moderna. Veamos, pues, las grandes perversiones de la reforma política:
¡Lo que faltaba: congresistas podrán ser ministros…!
Nada más perverso y antidemocrático que revivir la “puerta giratoria”, que les permite a los congresistas abandonar sus curules para pasar de inmediato a ser ministros del gobierno de turno. Esta figura en buena hora fue sepultada por la Constitución de 1991. ¿Quién garantiza la independencia de congresistas mendigando ministerios a cambio de votos? Este maridaje del gobierno con el Congreso acabará con la precaria democracia que aún tenemos. ¿Qué pasará con los votantes que eligen senadores y representantes para que sean sus voceros y defiendan sus intereses en el Congreso, pero terminan seducidos y al servicio del gobierno de turno? Los votantes eligen congresistas, no ministros o ministras.
A un Congreso postrado ante el gobierno por cuenta de la mermelada, se sumarán ahora congresistas lagartos y obsecuentes –mucho más de lo que son– por cuenta de la expectativa que les generará la posibilidad de ser ministros. La separación de poderes es columna vertebral del sistema democrático.
El sistema de pesos y contrapesos garantiza el fortalecimiento de la democracia. El Ejecutivo no tiene porque incidir en las decisiones que adopte el Legistativo, ni el Legislativo en las que tome el Ejecutivo. Igual aplica para el poder Judicial, con respecto a los dos poderes anteriores. Con la figura de los “congresistas ministros” esa independencia desaparece. A todo lo anterior se suma el hecho de que el más interesado en la aprobación de este artículo en la reforma política es el senador Roy Barreras, quien sería el encargado de “estrenar” la nueva figura. Blanco es, frito se come y la gallina lo pone.
¿Por qué quieren imponer las listas cerradas?
Las listas cerradas, contrario a lo que dicen sus promotores, no contribuyen a fortalecer el sistema democrático. Todo lo contrario: lo debilitan aún más. Las listas cerradas no solo atentan contra la libertad del votante de elegir a su candidato, sino que contribuyen a darle poderes extraordinarios a quienes, desde los cargos directivos de los partidos y movimientos políticos, tienen el poder de elaborar dichas listas. En otras palabras: las listas cerradas reviven el “poder del bolígrafo”, al mejor estilo de los caciques políticos. Punto.
Gracias al poder del bolígrafo de Gustavo Petro o de Roy Barreras –o de los otros jefes del Pacto Histórico– personajes como el tristemente célebre senador Álex Flórez terminó con curul propia. Pero no es el único. La lista es larga. Pero, además, la lista cerrada –impuesta ahora por Roy Barreras– patrocina y fomenta los padrinazgos políticos y atenta contra la escogencia meritocrática de los candidatos. Y algo peor: como está quedando la reforma política después de su cuarto debate, lo único bueno que tenían las listas cerradas –su condición de ser paritarias, mitad hombre y mitad mujeres– desaparece.
¿La prueba? Aquí está en este parágrafo que quedó aprobado: “En la organización de estas listas, por única vez, se podrá tener en cuenta el orden de elección sin condicionamiento de género del último periodo constitucional para la respectiva corporación”. ¿En qué quedó la condición de que debían ser paritarias? Simple: desapareció. El ahora 4×1.000 cuando se aprobó también era “por única vez”.

En los debates se hicieron fuertes cuestionamientos frente a la iniciativa.
Reforma política: los mismos vicios y las viejas mañas
Los grandes ganadores con la reforma política –tal y cómo está quedando– serían los actuales congresistas del Pacto Histórico, quienes podrían atornillarse en sus curules por varios periodos. Ya no tendrán que disputar su llegada al Congreso con figuras nuevas de esa alianza política. El Gobierno les garantiza sus lugares de privilegio en las listas a cambio de que voten favorablemente la reforma política.
Ahí radica buena parte del inconformismo de quienes apoyaron a Petro a la Presidencia, mucho más cuando el propio Petro –entonces senador– se opuso a una iniciativa que también atentaba contra las minorías: “si las minorías no son escuchadas, si son aniquiladas, el único camino que queda en Colombia es la violencia”, declaró Petro en un debate en el Congreso.
Es obvio que el Petro senador pensaba muy distinto a lo que piensa hoy el Petro presidente. Otro congresista que también se ha expresado abiertamente contra la iniciativa es el senador Inti Asprilla, quien sostiene que: “la reforma política tal y como ha sido concebida, no me permite aprobarla y no me permite apoyarla, porque cuando yo voté por Gustavo Petro, nunca tenía en la cabeza que íbamos a imponer las listas cerradas”. Aunque a la reforma política aún le faltan cuatro debates, lo cierto es que el esperpento que están aprobando los congresistas no contribuirá a mejorar las costumbres políticas en Colombia. Todo lo contrario, las agravarán, porque quienes llegaron al poder con la oferta del “cambio” solo han aprovechado el triunfo para perpetuar las prácticas nefandas de quienes los antecedieron.
¡Mucho ojo con legislar en causa propia!
Aunque el Pacto Histórico triunfó con las promesas de cambiar las malas prácticas de los partidos políticos tradicionales, lo cierto es que en el trámite de la reforma política la receta que está aplicando en el Congreso, tiene las mismas mañas y vicios de quienes tanto criticaron. Nada más grosero y vergonzoso para los congresistas que ver al ministro del Interior, dándoles órdenes en el recinto del Congreso. Y ese espectáculo fue el que presenciamos los colombianos al ver al ministro Prada otorgando y quitando el uso de la palabra a los representantes a la Cámara.
Irrespetar a las minorías y maltratarlas era –precisamente– lo que denunciaban quienes antes eran minoría y hoy son gobierno. Igual sucede con el principio fundamental y norma constitucional de no legislar en causa propia.
Cuando un congresista diseña, redacta y aprueba una norma que lo favorece, está poniendo en peligro su permanencia en el Congreso, pues está diseñando, redactando y aprobando una norma que lo beneficia directamente. Y eso es lo que hacen cuando en la reforma política diseñan, redactan y aprueban normas que les garantizan las gabelas y privilegios que tienen en la actualidad. ¿Van a exponer sus curules a cambio de la mermelada ofrecida por el gobierno, que para sorpresa de muchos se comporta –repito– como todos sus antecesores?