Por Carlos Villota Santacruz

Internacionalista, Comunicador Social y Periodista, experto en marketing político y marketing de ciudad

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Cuando a las 4 de la tarde, ce cerraron las urnas en Colombia, en una jornada democrática que pasará la historia por el impacto interno y externo, que significó el rechazo del Acuerdo Final de  La Habana, entre el Gobierno del presidente Juan Manuel Santos y la guerrilla de las Farc, la pregunta que surgió de manera inmediata es: ¿cuál será el papel de los ciudadanos, después del plebiscito?

En lo particular, en mi calidad de especialista en comunicación política, es que más allá de quienes votaron por el si o por el no. De la interpretación de las estadísticas de quién perdió o ganó, lo que se debe abrir es una puerta de a la esperanza, a dejar el miedo atrás, con el propósito que se traduzca en una sinergia de los 48 millones de colombianos, como protagonistas de la construcción de un país viable y sostenible, más allá de la coyuntura. Es de cir de un Gobierno. Se debe conducir el “barco”, desde el Estado, con el propósito para enfrentar con éxito  los retosque impone el siglo XXI. Un siglo marcado por la globalización, el conocimiento y el impacto de la comunicación TICs.

En esencia, el papel de los ciudadanos en la edificación del posplebiscito será definitiva, tanto individual como colectivamente desde Nariño hasta la Guajira y desde el Amazonas hasta San Andrés y Providencia. Alguien de este este conglomerado humano diría: “¿y yo que tengo que aportar? Si no declaro renta y tampoco tengo plata para poner. Tampoco he sido víctima. Vivo en en una zona urbana, alejada del campo”.

La respuesta es: tiene que abrir su mente, de tener la capacidad de convivir con miembros de las Farc que piensa distinto, esa es la calve del presente y futuro de Colombia, más allá del rechazo en las urnas del Acuerdo de La Habana, que invita a rodear al presidente Juan Manuel Santos por parte de todos los sectores.; incluido el Centro Democrático. El reto es abrir una nueva etapa en la historia del país, que nos reconozcamos como compatriotas, no se use las armas, no violencia privada. No justicia privada. Toda violencia es mala. La única fuerza, en un estado derecho, es la fuerza legítima del Estado. Si quienes lean esta columna, sin tomar en cuenta este análisis, estaría fuera del contexto y de las oportunidades que ofrece una nación, que en las urnas le dijo no a la violencia, si a la paz. No es la solución definitiva a todos los problemas, pero si una semilla que podrá germinar de generación en generación.

Como una planta, hay que cuidarla, dedicarle tiempo y regarle agua para que germine. Sobre todo en nuestros corazones, dentro y fuera del seno de los hogares.

Desde este lunes 3 de octubre, el valor agregado que queda para quienes participaron en las urnas y quienes no lo hicieron, (62 por ciento de los colombianos) es que se puede pensar distinto, sin que lo maten. Se cerró el capítulo del plebiscito, – que polarizó el país- que evidenció que  el ejercicio ciudadano y sus competencias están hoy más que nunca, en  la agenda pública. En este momento, se requiere  el apoyo del Estado, la academia, los gremios y los medios de comunicación, en el proceso de  trasformar la política, que se traduzca más temprano que tarde, en un mejor entendimiento entre los ciudadanos, porque la polarización no lleva a nada bueno. Solo a generar crisis y caos.

Hay que recobrar la confianza de la comunidad internacional, que acompañó el proceso de paz. Una tarea nada sencilla. A propósito de este comentario, usted que piensa. E mil carlosvillota56@gmail.com